martes, 31 de enero de 2017

Cuentos Prohibidos II - La Familia (III Parte)



La Familia (Final)
 
Alma mientras se ponían en marcha, en el rostro del chico creyó distinguir una tímida sonrisa de
agradecimiento. Era muy guapo y aunque tenía dieciocho años, cuando le vio por primera vez, le
vio tan demacrado y desvalido que pensó en que aparentaba muchos más.
— ¿Te puedo hacer una pregunta?, dijo Tom, ¿Para que llevas los brazos y piernas del "muerto
viviente" en la mochila?
— Ah ... eso, contestó ella, para comer por supuesto, luego, en casa, mi madre le dará unos
golpes para ablandar la carne, y después será más fácil de despellejar y quedará más tierna a la
hora de comer.
— ¿De verdad os coméis a los "podridos"?, respondió Tom horrorizado, pero, ¿no tenéis miedo
de infectaros?, el virus, o lo que demonios sea, esta en el interior del cuerpo. ¿Quién os
garantiza que tras comer su carne no os convirtáis en uno de ellos?
— No te preocupes, dijo Alma, la comida escasea cada vez más y no es la primera vez que nos
alimentamos con su carne. Si te muerden ellos te infectas, pero no sucede al revés y a mamá le
gusta guisar la carne, es muy buena cocinera.
— Bueno, supongo que cada uno sobrevive como puede, contestó el muchacho, al ver que
llegaban a la granja.
Cuando, tras cruzar la valla, llegaron a la puerta de la casa, ya los ladridos de Ringo, que iba
unos metros por delante, habían anunciado su llegada. La puerta se abrió y apareció la madre de Alma, limpiándose las manos en el delantal impregnado de manchas parduzcas.
— Señorita, ¿Sabes la hora que es? , Es muy tarde, dijo la madre enfadada, luego se detuvo
para observar al muchacho.
— Oh ..., dijo la madre, discúlpame lo descortés que he sido, ¿Tu eres...?
— Se llama Tom, mamá, le he encontrado en el pueblo y le he dicho que puede quedarse aquí
con nosotros.
— Por supuesto, dijo la madre, pero, pasad, no os quedéis en la puerta. Alma sabe lo mucho
que me preocupo cada vez que sale ahí fuera.
Se acercó a su hija y le rodeó la cara con ambas manos, mientras le daba un beso en la frente.
— Alma es una buena chica y muy valiente, habló Tom por vez primera, no sabe cómo les
agradezco que me acojan en su casa, espero que a su marido no le importe.
— Tranquilo, no te preocupes por eso, mi esposo y mis hijos estarán encantados. Es bueno
encontrar a más gente viva, ya hace tiempo que no vemos a nadie, dijo la madre con voz
afligida.
Un instante después su rostro se avivó y volvió a hablar con voz chillona.
— Pero qué desconsiderada soy. Debes de estar exhausto y hambriento.
La mujer esbozó una amplia sonrisa y se llevó una mano al pecho mostrando su apuro.
— Te parecerá que soy grosera, prosiguió la madre, pero acabo de limpiar la casa y estáis muy
sucios ambos. Así que mientras llegan mi marido y mis hijos puedes darte un baño si te
apetece, mi hija te llevará algo de ropa limpia de sus hermanos.
— Se lo agradezco mucho señora, no sabe lo que daría por un buen baño, gracias, contestó
Tom devolviéndole la sonrisa animadamente.
— Estupendo, entonces. Dijo la madre, guiñándole un ojo a Alma. Y yo mientras iré preparando
la cena, continuó, cogiendo la mochila de Alma y dándose la vuelta para dirigirse a la cocina.
Alma se movió con gesto desganado y miró a Tom invitándole a seguirle con un tenue arqueo de
sus cejas.
El chico comenzó a subir detrás de ella la escalera. La madera vieja de los peldaños crujía a
cada paso que daban.
Al llegar al piso de arriba, Alma se paró un momento en la penumbra del pasillo delante de una
puerta, la abrió y entraron en el cuarto de baño.
Alma pulsó el interruptor de la luz y se encendió una pequeña bombilla que estaba sobre un
pequeño espejo encima del lavabo.
— No te sorprendas, tenemos un generador de gasóleo y lo ponemos en marcha algunas horas
 al día, tendrás luz y agua caliente para darte un baño.
Seguidamente descorrió las cortinas de plástico mostrándole la bañera.
— Aquí tienes la bañera y ahí está el jabón. Voy a por algo de ropa y vuelvo.
Tom dejó correr el grifo, se desnudó y se metió en la bañera. Efectivamente el agua estaba
caliente y era una delicia.
Que suerte había tenido en encontrar a Alma, en esa casa estaría seguro, la madre parecía
amable y esperaba que el resto de la familia fueran igual. Lo único que no le parecía normal es
que comieran carne de "caminante", le costaría acostumbrarse a ello.
Por otra parte había visto desnuda a Alma y desde que había estado con la viuda Meyer, que
tenía cuarenta años y había perdido al marido en un accidente de coche el año anterior a la enfermedad, no había vuelto a acostarse con ninguna mujer. Y por lo que había visto en el estanque, ella tenía las mismas necesidades que él.
El ruido del picaporte de la puerta del cuarto de baño al abrirse, le sacó de sus pensamientos.
— ¿Has terminado?, preguntó Alma entrando en la habitación con algunas prendas de ropa y
una toalla en los brazos.
El dudó, vergonzoso, en salir de la bañera mientras ella, que había dejado la ropa encima de un
taburete, le esperaba con la toalla extendida para que envolviera su cuerpo en ella.
— ¡Vamos!, dijo ella con voz picara, ¿acaso no me has visto desnuda?, el mismo derecho tengo
ahora yo a verte sin ropa.
Tom le dio la espalda y no la vio llegar, Alma extrajo de entre la ropa de sus hermanos un
machete y lo incrustó con fuerza en la parte de atrás de su cráneo.
Tom emitió un gorjeo mientras escupía sangre por la boca y conforme caía al suelo moribundo,
Alma de un solo tajo le rebanó el cuello acabando con su vida definitivamente.
Alma se mantuvo allí parada por un momento, agradecida de que Tom no hubiese gritado, le
hubiese hecho sentir mal. Le miró con pena, sus bonitos ojos negros estaban ahora apagados
definitivamente.
Sintió lástima por el chico y reconoció sorprendida que era la primera vez que le ocurría eso,
sentir compasión por la comida.
Seguidamente, quitó la cortina de plástico y envolvió el cuerpo en ella, y lo arrastró dejándole
caer suavemente en el interior de la bañera, le costó menos esfuerzo de lo que pensaba, se
notaba que debía haber pasado privaciones y perdido peso.
Estaba bastante delgado, Era una lastima, unas cuantas libras de carne más les hubieran venido
bien.
Hacía tiempo que no comían carne fresca. Al principio de la enfermedad no hacía falta siquiera
salir de casa para atrapar a los supervivientes, llegaban atraídos por la casa en busca de un
refugio seguro y su padre y sus hermanos los cazaban como a conejos.
Luego comenzaron a escasear y se tenían que conformar con los "podridos", y a veces ni
siquiera eso, por lo que su padre y los chicos salían a cazar y volvían con cualquier tipo de animal que podían: liebres, ardillas, mapaches.
Observo el cuerpo como despidiéndose de él y sus ojos se posaron en el miembro que tenía
entre las piernas. ¡Que lastima!, pensó para si misma, tenía haberle hecho caso a Heidi y haberlo hecho con algún chico.
Alma se había dado cuenta, por el modo que la miraba, que le gustaba a Tom. Ahora al haberle
dado muerte había perdido una oportunidad de hacerlo con un chico. Esperaba algún día que se
le presentara otra oportunidad. Pero lo primero es lo primero y la familia tenía que comer.
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte cuando comenzó a bajar los escalones de dos en
dos dirigiéndose a la cocina, cuando recordó una frase que le había dicho él.
Era cierto, pensó Alma, cada uno sobrevive como puede.
Cuando entró en la cocina, su madre se afanaba cortando los miembros del "muerto viviente"
que ella había traído, en trozos de un tamaño adecuado para que entrasen en la olla.
— Ya esta hecho mamá, dijo Alma.
— Estupendo hija, lo siento por tu padre y hermanos cuando vengan pero hoy no podrán bañarse.
Esta noche cenaremos la carne del "caminante" y después de cenar subiré al baño y cortaré a
trozos a tu amigo, mañana para cenar haré un guisado especial con él.
— Mamá, dijo Alma relamiéndose de gusto, ¿Puedo ir ya a ver la tele?
— Claro que sí, cariño. Te lo has ganado. Pero no abuses que es malo para la vista. Espero que
no tarden mucho ya, dentro de poco se hará de noche.
Alma corrió hacia el salón y encendió la televisión. Después se hundió en el sillón dejándose
llevar por la luminiscencia blanca que emitía el aparato, hasta que media hora más tarde oyó un sonido procedente del exterior.
Una amplia sonrisa le inundó la cara al oír el silbido con el que su padre anunciaba a Ringo que
llegaban a casa. Soltó un grito de júbilo y saltó del sillón corriendo hacia la puerta, saliendo a
toda prisa de la casa.
Ya Ringo corría alegre hacía ella a buscarla, mientras se volvían a oír los silbidos de su padre.
Alma se apresuró a abrir el portón y dejó que Ringo saliera a recibirles.
Por fin estaba toda la familia en casa

Cuentos Prohibidos II: La Familia (II Parte)


                                                       
                                                       La Familia (Continuación)

Sus ojos sin vida parecían mirarles y los jirones de la ropa desgarrada estaban manchados de
sangre reseca.
Alma no le conocía, debía ser un forastero, y observó que mostraba un aspecto relativamente
fresco, estaba entero, sin miembros mutilados ni partes devoradas. Solo la palidez extrema de
su rostro y aquella mirada carente de emociones indicaban que aquel ser ya no pertenecía al
mundo de los vivos.
Posiblemente habría sido arañado o sufrido alguna pequeña herida y aunque habría conseguido
huir estaba sentenciado de muerte. Bastaba un simple rasguño provocado por uno de ellos para
que la infección penetrase en tus venas y corriera por el torrente sanguíneo para matarte y
convertirte en poco tiempo en uno de aquellos seres hambrientos de carne humana.
Ringo salió disparado de al lado de Alma y comenzó a gruñir al ser que se volvió hacia el perro,
tratando torpemente de atraparlo mientras este se movía en círculos alrededor de el.
Alma no necesito más, salto ágilmente por detrás con uno de los machetes y lo hundió con
fuerza en el cráneo del "podrido", que tras varios espasmos dejó de retorcerse pocos segundos después.
Desclavó el machete y lo volvió a hundir dos veces más en la cabeza para asegurarse de que
estuviera completamente muerto
Se cercioro de que no había peligro por las inmediaciones antes de arrastrar el cuerpo hasta una
esquina apartada, allí tras registrar los bolsillo de los pantalones comenzó a desnudar el cuerpo
de aquel desdichado.
Ahora llegaba para Alma la parte más desagradable de aquella caza, pero también con la que
conseguiría que el menú semanal de la familia se incrementara con un añadido de carne fresca
y sabrosa.
En ella el tiempo era un elemento crucial a tener muy en cuenta, así que empezó a cortar con el
machete las piernas y los brazos tal como le habían enseñado sus hermanos.
Una sangre negruzca y maloliente brotaba a borbotones del cuerpo mientras lo despezaba.
Sajó unas partes del vientre y del torso del individuo, lo enrolló todo dentro de unas bolsas de
basura y lo introdujo en la mochila, llenándola con todo el peso que podía llevar.
Pese al cuidado que había puesto se había manchado el vestido, pero eso era lo de menos,
tenía que darse prisa y abandonar el lugar, el caminar errático e imprevisible de aquellos seres les podía llevar hasta donde se encontraba
Salió de nuevo a la calle principal y se detuvo un momento oteando las inmediaciones del lugar.
Las primeras figuras tambaleantes aparecieron por el final de la calle, debían haber olido la
sangre derramada de aquel ser semejante a ellos.
Luego comenzaron a salir de entre los callejones situados entre los antiguos locales comerciales.
Alma podía escuchar sus gemidos y lamentos arrastrados por la brisa, distinguía diez o doce de
aquellas siluetas, pero sabía que vendrían muchas más.
Alma miró hacia el cielo y sonrió, aún era temprano y faltaban horas para que anocheciera, se le
había dado bien la caza y era hora de volver a casa antes de que el sol se pusiera y las sombras
avanzasen, su padre siempre le recordaba que no era nada recomendable permanecer en las
calles al anochecer.
La chica y su perro emprendieron el camino de vuelta a casa por la ruta más corta, por el camino
todos los "podridos" con los que se toparon estaban raquíticos o deshechos, la mayoría al borde
de la descomposición.
Antes de llegar a casa se acercaron hasta el estanque, Ringo no espero más y se lanzó
alegremente al agua. Alma se quitó el vestido y la ropa interior y se introdujo en el estanque, el contacto del agua fría con su piel desnuda la hizo estremecer por un instante.
Estaba deliciosa y aunque sabía que a su madre no le hacía gracia que se bañase allí, era uno
de los pocos placeres que podía permitirse. Después salió y se tumbó en la hierba dejando que
el sol que atravesaba los arboles secase su piel.
Recordaba el verano anterior a la llegada de la enfermedad cuando iba al estanque a bañarse
desnuda con Heidi.
Heidi Bloom, que era dos años mayor que Alma, había llegado a principio de curso, cuando a su
padre le trasladaron para dirigir la oficina de correos de la población.
A su madre Heidi no le hacía mucha gracia y no veía bien la incipiente amistad de las dos
chicas, en primer lugar porque su padre estaba divorciado y se comentaba en el pueblo que bebía mucho y en segundo lugar, por la propia Heidi a la que consideraba una descarada.
Aquella tarde tras haberse bañado, el sol atravesaba las ramas de los arboles y acariciaba el
rostro de Alma produciéndole un dulce sopor que le hacía cerrar los ojos.
De repente abrió los ojos sorprendida, alguien la había besado en la boca. Sus ojos se
encontraron con la mirada y la sonrisa de Heidi. Había sido su amiga. Incapaz de hacer ni decir
nada,
Alma se dejo llevar cuando Heidi la tomó de la barbilla y se acercó hasta ella volviéndola a besar.
El rubor había cubierto sus mejillas, pero asintió con la cabeza cuando Heidi le preguntó:
— ¿Te ha gustado?
Luego fue la propia Alma la que buscó la boca de su amiga para unirse en un beso más
profundo, mientras Heidi deslizaba una mano entre sus muslos.
Sintió una sensación placentera que nunca hasta entonces había experimentado y así que varios
días a la semana se veía a escondidas con Heidi, que le fue descubriendo los caminos del sexo.
Alma se sentía avergonzada, pero al mismo tiempo contaba las horas que faltaban para reunirse
con su amiga.
Una tarde Heidi le preguntó:
— Alma, ¿A ti, quien te gusta de la escuela?
Alma negaba con la cabeza, incapaz de decirle que le gustaba ella.
Heidi, reía y continuaba parloteando:
— Ya es hora que lo hagas con un chico, ¿Qué tal Toby Masters tiene coche propio y lo podéis
hacer en el asiento de atrás?, ¿Tal vez, Simon Smith, el profesor de gimnasia?, esta casado,
pero seguro que no le hace ascos a acostarse con una virgen.
Alma la miraba horrorizada, recordaba a Nellie Cooper que con solo dieciséis años había
quedado preñada de Bob Stewart y había tenido que dejar el colegio, y a la que sus padres
habían mandado a la ciudad con una tía, se decía que para evitar el escandalo en el pueblo,
pero que todos creían que era para que abortara.
— Vamos no vas a querer quedarte virgen para siempre, proseguía Heidi, algún día vas a tener
que hacerlo.
A la mente de Alma, llegaban las imágenes del Reverendo Williams subido en el pulpito de la
iglesia, señalándola con el dedo acusador y con los ojos de todos los fieles puestos en ella, al
mismo tiempo que le gritaba:
— He aquí a la ramera, mostrándonos sin vergüenza el resultado de su pecado.
Mientras ella con la cabeza agachada, se estiraba el vestido intentando ocultar su abultado vientre.
Finalmente, Alma, no pudo soportarlo más, se levanto de un salto cogió su ropa y se fue llorando.
Mientras se vestía camino de la granja, aún llegaba a sus oídos las risas de su amiga.
Nunca más volvió al estanque con Heidi y su amistad se enfrió, era el fin del verano.
Se iniciaron las clases y al poco tiempo en los noticiarios de la televisión y en los periódicos
se comenzó a hablar de una extraña epidemia en Asia, antes de que estallara la alarma en el
pueblo, su padre que había tenido un mal presagio se desplazó, para no llamar la atención de sus vecinos, a  la capital del condado y compró una gran cantidad de comida no perecedera.
El resto ya era sabido, la enfermedad se fue extendiendo llegando allí también, los muertos se
levantaron para devorar a los vivos, hasta no quedar nadie con vida excepto ella y su familia.
Ahora, al recordar a Heidi se dio cuenta de que la echaba de menos.
¿Qué habría sido de ella habría muerto devorada?¿O se habría convertido en uno de aquellos
seres errantes?. Esperaba que hubiera tenido suerte y conseguido sobrevivir.
Desde aquel día que nadie la había tocado, e incluso ella misma tampoco lo había hecho, tal
como le había enseñado su amiga.
Se miró, su cabello negro era más largo y rizado, las piel estaba muy bronceada y su cuerpo se
había estilizado, sus pechos habían crecido y el vello había crecido en su pubis y cuando se
miraba en el espejo de casa no dejaba de reconocer que tenía un bonito trasero.
Pensaba en Heidi, tan diferente a ella, con el largo cabello rubio, sus ojos de un intenso color
azul turquesa y la piel blanca como el alabastro.
Recordaba los labios carnosos de ella cuando encontraban su boca y excitada llevó su mano
derecha a su sexo al mismo que con la izquierda tocaba sus pechos.
Unos instantes después el sordo rumor de un roce en los matorrales sonó frente a ella, en el
mismo momento que el perro que dormitaba junto a ella empezó a gruñir.
— No te asustes, no voy a hacerte nada.
Habló una voz al mismo tiempo que de entre los matorrales salía un muchacho un par de años
mayor que ella.
El chico tenía la ropa desgarrada, estaba delgado y presentaba un feo hematoma en la frente,
debía haberlo pasado mal indudablemente.
— Estabas espiándome, dijo Alma cubriendo su cuerpo con el vestido y con el machete en la
mano, dispuesta a azuzar a Ringo para que le atacara.
— Discúlpame no sabía si eras uno de los muertos.
— Date la vuelta, que voy a vestirme, le ordenó Alma, relajando sus músculos.
Tras vestirse le dijo:
— Ya puedes volverte, yo soy Alma y este es Ringo, ¿Quién eres y de donde vienes?
— Me llamo Tom y vengo de muchos sitios, respondió él, la verdad es que desde esto comenzó
que llevo huyendo de los "podridos", vivía a unas doscientas millas y cuando la enfermedad llegó
a mi pueblo, entre los primeros en enfermar y morir fueron mis padres, luego se convirtieron y los
deje encerrados en una habitación de la casa, huyendo con toda la ropa, comida enlatada y
bebida embotellada que pude meter en una mochila.
De repente se le quebró la voz y a Alma le pareció ver como una lágrima resbalaba lentamente
por el ojo izquierdo del muchacho.
La chica lo miraba fijamente, aunque estaba sucio y con el pelo enmarañado, era bastante
guapo y debía andar por los dieciocho años. Tenía los ojos hundidos y cansados, pero sus pupilas eran de un intenso color negro.
Permanecieron en silencio un rato oyendo de fondo el rumor del viento, que se había levantado.
Luego Tom prosiguió, su voz sonó ausente y falta de emoción.
— Luego me junté con otros supervivientes y dejamos el pueblo y nos refugiamos en la antigua
estación de ferrocarril, ya hacía tiempo abandonada. Los primeros días los dedicamos a adecuar
y limpiar el edificio, era un lugar relativamente seguro, alejado del pueblo y de los "caminantes",
una vez que lo reforzamos se convirtió en nuestro hogar.
El muchacho hizo una breve pausa para aclararse la garganta y prosiguió su relato.
— Al principio éramos unos cuantos y poco a poco empezó a llegar más gente, de nuestro
pueblo y de otros cercanos huyendo de aquella pesadilla, todos contaban historias parecidas.
Nos enteramos que la enfermedad se había extendido a nivel mundial. Ya no funcionaba la
electricidad, no había televisión, ni Internet y solo el ejercito intentaba hacer frente en algunas
zonas a los "caminantes".
Alma miraba fijamente al chico, interesándose por su historia y sin atreverse a preguntar nada,
por no interrumpirle.
— Éramos un grupo de unas cuarenta personas, entre hombres, mujeres y niños. Nos fuimos
organizando para hacer guardias, mantener limpia la estación y semanalmente salían grupos de
hombres en busca de alimento y para efectuar reconocimientos en las poblaciones cercanas.
Cuando volvían los grupos de reconocimiento las noticias eran desoladoras, apenas podían
conseguir algo de comida enlatada y medicinas en los pueblos, por no arriesgarse en demasía
ya que estaban totalmente sus calles ocupadas por "podridos".
Tom se detuvo por un instante para tomar aire, antes de continuar.
— Así estuvimos durante más de un año. Un día cuando un grupo de cuatro hombres volvía tras
una partida de reconocimiento se encontró con un grupo numeroso de "caminantes" que cayeron
por sorpresa sobre ellos, matando y devorando a dos de los hombres. Los otros dos
consiguieron huir y volver a la estación.
Los sollozos ahogaron su voz y Alma le miró sin decir nada, aunque tampoco sabría qué decirle
para intentar consolarle.
Cuando el muchacho se recompuso, continuó con su narración.
— Y es entonces cuando sobrevino nuestra desgracia. En la refriega con los "podridos", uno de
aquellos dos hombres fue arañado o sufrió una leve mordedura, de la que no se dio cuenta su
compañero y que ocultó al resto a su llegada al refugio. Durante la noche y mientras los demás
dormíamos, se transformó en un "muerto viviente".
Alma se estremeció violentamente, como sacudida por un intenso escalofrío, presagiando lo que
iba a escuchar a continuación.
— Evidentemente atacó primero a quien tenían más cerca, yo estaba de guardia en el exterior y
probablemente eso fue lo que me salvó la vida. Cuando alguien dio la voz de alarma ya eran
varios los convertidos en el interior de la estación. Como las armas estaban en posesión de los
que estábamos de guardia, cuando alertados por los gritos accedimos al interior, la confusión y
el desorden eran terribles. La gente huía despavorida, hubo quien soltó el arma y huyó en mitad
de la noche, yo disparé mi escopeta hasta que agoté la escasa munición que tenía y salí
corriendo de allí, deteniéndome por un momento en mi puesto de guardia para recoger la
mochila con mis escasas pertenencias. Ya nunca regresé allí.
Alma se acercó y le pasó el brazo por los hombros animándole a proseguir con su historia.
— Desde entonces voy recorriendo el estado de Este a Oeste, evitando en lo posible los núcleos
urbanos infestados de "podridos" y si tengo que adentrarme en ellos busco refugio en las casas
de las afueras mucho más vacías de "ellos". Me encuentro con "muertos andantes", a veces
cerca, otras lejos, a veces solos y otras en grupos más o menos numerosos, aunque siempre
intento esquivarles ocultándome o cambiando de dirección antes de que puedan verme. Hace un
par de días que vagando sin rumbo fijo llegué hasta este pueblo, la calle comercial estaba
bastante despejada de muertos andantes, y encontré una antigua tienda libre de la presencia de
"ellos" que me pareció lo bastante segura para refugiarme para pasar la noche. El agotamiento
me tenía exhausto y apenas me quedaban fuerzas para seguir caminando, así que decidí
quedarme  allí y descansar. Me hallaba tan cansado que dormí casi todo el día, hasta que desperté sobresaltado por un ruido muy cerca de donde me encontraba. Cuando miré al exterior en aquella dirección, te vi desmembrando el cuerpo con el machete y como guardabas los trozos
en la  mochila, a continuación cuando te fuiste, marché detrás de ti, aunque te perdí un tiempo. Cuando te volví a encontrar, estabas tendida, desnuda, y creí que estabas muerta y te ibas a
convertir de un momento a otro. Pero luego te despertaste y vi como te tocabas...
Tom había bajado la cabeza avergonzado, incapaz de mirarla a los ojos.
Alma esbozó una sonrisa en sus labios antes de preguntar.
— ¿Te gustó lo que vistes?¿Te parezco guapa?
— Si, por supuesto. Perdóname pero hacía tanto tiempo que no veía una chica viva que...
— No te preocupes, dijo ella, bien tendremos que irnos a mi casa ya, esta cayendo la tarde y allí
estaremos más seguros

Cuentos Prohibidos: II - La Familia (I Parte)

Continuamos con " La Familia", otro de los relatos perteneciente a la recopilación
"Asylum y otros Cuentos Prohibidos".
Dada la extensión del relato, es bastante largo, lo subiré en tres partes.
Por cierto ya tenemos portada, como no de Juanvi Fabregat, el ganador del concurso del
cartel anunciador de las Fiestas de la Magdalena 2017.

 
 
 LA FAMILIA (COMIENZO)
 
Alma apagó el televisor harta ya de la luminiscencia blanca que le provocaba muy a menudo escozor en los ojos, ya le avisaba su madre que terminaría usando gafas.
Ya hacía casi dos años que la televisión había dejado de funcionar, lo mismo que la radio o la
electricidad, pero ella pasaba todos los días unas horas con el televisor encendido, esperando
que un día apareciera un locutor vestido con un elegante traje y que con la mejor de sus sonrisas
les dijera que la pesadilla había terminado y todo volvía a la normalidad.
Por suerte un año antes de que el mundo se fuera al traste, su padre había adquirido un
generador que funcionaba con gasoil y podían disponer de luz.
Se levantó del sillón, tenía apetito y caminó hacia la cocina con la intención de comer algo.
Su madre estaba de espaldas en el fregadero. Subía y bajaba el brazo derecho de un modo
rítmico mientras cortaba con el cuchillo un gran pedazo de carne que goteaba sangre, que resbalaba en el borde de granito de la encimera formando pequeños charcos en el suelo de la cocina.
— ¿Otra vez carne de ciervo, mamá?
La madre se volvió distraídamente y miró a Alma. Al retirarse un poco, la chica pudo ver los
trozos de carne y vísceras frescas de ciervo amontonada sobre el mostrador.
Dentro del fregadero estaba la olla recién fregada lista para la cocción.
— Ya sabes que no hay otra cosa. Tú padre quiere reservar las latas de conserva que quedan
por si nieva este invierno y no puede salir a cazar. Deberías dar gracias a Dios, muchacha,
seguro  que hay gente menos afortunada que anda por ahí y apenas tiene que comer, contestó
la madre.
— Uff, me muero de hambre, dijo Alma con un gesto de hastío.
— ¿Quieres un bocado? , le dijo la madre al tiempo que le mostraba a Alma el cuchillo de cortar
con un trozo de sustancia sanguinolenta trinchada en la punta.
Alma cogió el pedazo de carne y lo engulló con ganas. La carne cruda era áspera y correosa,
algo dura de masticar, pero se había acostumbrando tanto a su sabor que cuando la comía
cocinada le gustaba menos, para ella perdía parte de su esencia.
— Alma, no deberías mirar tanto tiempo la televisión, te quedarás ciega, si algún día vuelven a
haber emisiones ya nos enteraremos, le dijo la madre volviéndose otra vez a sus quehaceres.
Alma aprovechó que su madre se dio la vuelta para coger otro trozo de carne que tragó casi de
una pieza antes que se diera cuenta.
Seguidamente señaló al montón de casquería que reposaba sobre la encimera al mismo tiempo
que espantaba el grupo de moscas que comenzaban a arremolinarse amenazando con posarse
sobre aquellos despojos.
—¿Eso es para Ringo?, preguntó Alma.
— No, es para nosotros, lo guardaré en la nevera para otro día, contestó su madre.
— Ringo no ha comido, mama, dijo Alma enfadada.
— Ringo tendrá que conformarse hoy con roer los huesos, vete por ahí a jugar con el perro y
deja que termine de preparar la cena, respondió su madre dando por zanjado el asunto.
Alma hizo ademán de salir por la puerta de la cocina, pero su madre lo agarró por la manga del
vestido con un rápido movimiento.
A pesar de su edad y los kilos acumulados, a veces su madre parecía ser sorprendentemente ágil.
— ¿A donde vas, señorita?, no puedes comprender que necesitamos más comida, tu padre y tus
hermanos han salido para ver si encuentran algo y a revisar las trampas haber si hay suerte y ha
caído alguna pieza.
— ¡Joder!, Alma hizo una mueca de disgusto. Su idea para ese día incluía una mañana de saltos
y carreras en el patio trasero de la casa junto a Ringo y tal vez un chapuzón en el estanque.
Había llovido todo el fin de semana y estaba casi llena de agua. A su madre no le gustaba que
Alma se alejase de la granja y aún menos para bañarse en aquel agujero de cemento, en aquella
agua turbia y verdosa llena de tierra.
— Señorita, ¿Qué te he dicho sobre decir palabrotas?, su madre le propinó un ligero azote en la
mejilla derecha.
Luego su rostro se suavizó y le dio un sonoro beso en la izquierda.
— Puedes ir a jugar un rato con Ringo, pero no te alejes mucho de la casa y te dejaré ver la tele
esta noche hasta tarde.
— Está bien, mamá, Alma le devolvió el beso y salió de la cocina.
Alma sabía que su madre les quería y siempre les recordaba que la familia era la cosa más
importante del mundo.
Su madre se quedo pensativa, Alma ya había dejado de ser una niña, acababa de cumplir
dieciséis años, sus formas iban siendo ya las de una mujer y bajo su vestido se apreciaban
unos bonitos pechos.
Suspiró, mientras movía la cabeza con un gesto de negación, no sabía hasta que punto le
podían haber hablado del tema en el colegio local, algún día tendría que explicarle a su hija el significado del sexo, aunque la población masculina debía ser prácticamente inexistente.
Alma atravesó el salón principal a grandes zancadas y salió por la puerta trasera hasta el huerto
y se acercó caminando hasta la valla de madera.
Lucía un sol espléndido, y por encima de la cabeza de Alma hileras de pequeñas nubes se
movían muy lentamente bajo un cielo de un azul intenso. La chica silbó y miró en dirección
hacía donde se encontraban los primeros arboles del cercano bosque, a unos trescientos metros.
Allí se encontraba el estanque, el lugar objeto de deseo de Alma y uno de los sitios favoritos de
su perro. Seguramente, pensó ella, estaría revolcándose en la maleza que crecía
descuidadamente alrededor del estanque, allí donde la humedad se filtraba a través del suelo propiciando el crecimiento de todo tipo de malas hierbas.
Algunas de estas empezaron a moverse con violencia, y de la frondosidad emergió la cabeza de
Ringo, con las orejas de punta. Alma silbó otra vez y el perro salió de su improvisada madriguera
corriendo alegremente hacia su ama, sorteó la enredadera de alambre espinoso que el padre y
los hermanos de Alma habían colocado para evitar que los "podridos" llegasen hasta la casa.
"Podridos", "caminantes" , "muertos vivientes", así les llamaban su padre y sus hermanos, a los
que hasta hace un tiempo habían sido sus amigos y vecinos.
Luego se detuvo frente a la pequeña puerta abierta en la valla y esperó que su dueña la abriera,
seguidamente golpeó con su hocico la puerta y entró en el recinto del jardín acercándose a Alma
comenzando a lamer nerviosamente las manos de ella, manchadas con sangre y trozos de vísceras.
— Vamos, Ringo, déjalo ya. Tenemos que hacer.
Ringo la miró un segundo y después pareció calmarse un poco mientras seguía a la chica por la
parte de detrás de la casa hasta una esquina de la valla.
Aunque por la parte trasera de la valla, la que daba justo frente a la entrada de la casa, había
una puerta con dos cerrojos que permitía salir al exterior. Alma hacía tiempo que había descubierto en aquella zona de la valla, fuera de la vista de su madre, que los tablones estaban más sueltos y que le permitían abandonar el jardín y acercarse hasta el estanque, sin que su madre se diera cuenta.
Una vez allí la muchacha se detuvo y emprendió el tedioso ritual de desclavar, con la ayuda de
un martillo, que tenía escondido entre la hierba, algunos tablones de la valla.
El perro olfateaba incesantemente metiendo el hocico entre la rendija de la hoja de madera,
impaciente por salir al exterior con su dueña.
Cuando la última tabla estuvo despegada, Alma la movió hacia delante muy despacio,
asomando la cabeza al exterior pero sin traspasar aún el umbral al mismo tiempo que con su
pierna derecha impedía que Ringo se precipitase fuera.
Era difícil que "ellos" pudiesen acceder al interior de la casa, pero aún así recordaba aquella vez
que salió su padre y encontró a uno caminando por el césped por fuera de la valla.
Nunca supieron con certeza cómo pudo sortear la alambrada sin quedar enredado, pero allí
estaba desafiando toda lógica y si ocurrió una vez podría ocurrir otras más.
Cuando se hubo cerciorado de que no había peligro alguno en los alrededores, soltó a Ringo y
permitió que corriese hacia el cobertizo donde su padre guardaba las herramientas.
La puerta del cobertizo estaba cerrada y protegida por un grueso y oxidado candado. Alma
extrajo la pequeña llave del bolsillo de su vestido y abrió la puerta.
El interior del cobertizo olía a grasa y humedad, un montón de trastos la mayoría de ellos inútiles
se apilaban en desorden.
Al fondo estaban alineados los bidones de gasóleo cerrados herméticamente y que su padre
había acumulado durante los primeros tiempos de la enfermedad, cuando aún se acercaban
hasta el pueblo para obtener comida y gasóleo.
Con el paso de los días y el avance de la enfermedad, los viajes se fueron espaciando en el
tiempo, y ahora solo conforme se iban gastando los bidones su padre y sus hermanos se acercaban hasta la gasolinera, que estaba una milla antes de llegar al pueblo, y los volvían a llenar.
Contando con que el generador de electricidad solo se encendía solo durante algunas horas al
día,su padre aseguraba que tenían combustible suficiente para diez años más.
Ignorando los bidones y el resto de cosas que había en el interior del cobertizo, abrió una caja de
cartón olvidada en un rincón y que contenía un montón de revistas viejas de su madre.
Al apartar estas, sacó del fondo de la caja los dos afilados machetes de caza que un día le
regaló su hermano Randy. Tomó uno de ellos en su mano derecha y deslizó el restante en el
bolsillo derecho de su vestido, se colocó sobre sus hombros una mochila, salió del cobertizo y
volvió a cerrar la puerta colocando el candado.
Alma encaminó sus pasos hacia el cercano pueblo, acompañado de su perro que saltaba
alegremente a su alrededor.
Al llegar a las cercanías del pueblo, Alma se volvió hacia el perro haciéndole gestos con la mano
para que callara, se detuvo junto a una camioneta que relucía bajo el sol a pesar de que la
pintura hacía mucho tiempo que se había corroído y que estaba situada frente a la estrecha calle donde se encontraban las primeras casas del pueblo.
La zona visible aparecía completamente desierta y los mismos vehículos oxidados aparecían
unos perfectamente estacionados a cada lado de la calzada como si sus dueños fueran a
aparecer de un momento a otro y subirse en ellos y otro cruzados desordenadamente en medio
de la calle.
Las casas de madera aparecían silenciosas y con los patios invadidos por la vegetación y la maleza.
Alma permaneció completamente quieta mientras agudizaba el oído y oteaba el horizonte.
Finalmente se adentró por la calle principal, donde estaban las tiendas y que así final
desembocaba en el edificio del ayuntamiento.
Avanzó hasta la mitad de la calle flanqueada a cada lado del polvoriento asfalto por antiguas
tiendas y comercios, se detuvo mirando a su derecha la peluquería de caballeros donde iban a
cortarse el pelo su padre y hermanos, con los cristales rotos y la sillas por el suelo, solo el poste
indicador del lugar con los colores blanco, rojo y azul permanecía en pie junto a la entrada.
A su lado la cafetería de Joe, donde acudía junto a su familia los domingos al salir de la iglesia y
tomaba un batido de fresa o saboreaba un cucurucho de helado, sentada en uno de los
taburetes junto al mostrador.
Tiempo antes de que llegara la enfermedad y los muertos empezaran a levantarse para
devorar a los vivos, esos locales estaban repletos de gente que acudía para comer o para
comprar ropa de vestir o iban simplemente a divertirse.
Alma no quería recordar nada de los tiempos felices de aquellos años que significaban los
mejores recuerdos de toda su vida.
A veces no podía evitarlo y llegaba a su mente el recuerdo de la calle principal totalmente
iluminada con luces de colores y alegres adornos navideños por donde transitaba la gente con
sus compras de Navidad, personas vivas que olían a perfume y te saludaban afectuosamente
al pasar.
Ahora las tiendas estaban cerradas tras puertas mohosas, las que no habían sido reventadas,
con los escaparates hechos añicos mostrando el interior sucio y oscuro como madrigueras de alimañas.
Alguno de los edificios aparecían ennegrecidos y reducidos a cenizas a causa de los incendios
que azotaron la población por los disturbios.
En los primeros días, que se supo la aparición de la enfermedad y su expansión a nivel mundial,
la gente se volvió loca y sacó a relucir lo peor de si mismo, robos, saqueos, peleas.
Su padre fortificó la casa y se refugio con toda la familia dentro tras hacer acopio de víveres y así
aguantaron unos seis meses, gracias también al huerto de lechugas, patatas y tomates que su
madre cultivaba en la parte trasera de la casa.
Fue entonces cuando su padre tomó la decisión de acercarse hasta el pueblo, acompañado por
Rick su hermano mayor, y armados con las escopetas de caza, echar un vistazo y ver si hallaban comida y supervivientes.
Al mismo tiempo fue cuando comenzaron las partidas de caza.
Ahora los cadáveres convertidos ya en esqueletos poblaban silenciosos aceras y esquinas,
 mudos testigos del caos y la desolación que rompieron la paz del antaño tranquilo pueblo.
A Alma le pareció ver algo a unos cien metros, fijó la vista en aquel punto y se detuvo. Ringo a
su lado comenzó a gruñir y lanzó un par de ladridos.
Al cabo de unos segundos con más nitidez volvió a distinguir movimiento en la esquina de una
calle perpendicular. La figura se movía con lentitud e inequívocamente en dirección hacia ellos.
Alma se maldijo a si misma por su negligencia al no evitar que el perro ladrase y volvió a mirar
hacia el final de la calle, ellos salían de su letargo y nunca lo hacían solos.
Al principio sus "vecinos" llegaban de uno en uno o de dos en dos y en poco tiempo se
congregaba toda una masa de ellos en medio de la calle, esperaba que no fueran demasiados pero había que moverse deprisa.
El sol estaba en lo más alto cuando abandonó la calle principal para adentrarse entre las calles
más estrechas y que conocía tan bien. Alma no prestaba atención al paisaje de las calles, tan monótono y silencioso como siempre.
El grupo de muertos era escaso a esas horas, apenas un grupo de cuatro vagando sin rumbo
fijo, todos ofrecían un aspecto degradado y corrompido, sin apenas piel sobre los huesos y uno de ellos presentando la amputación del brazo derecho.
Ya se había acostumbrado, pero lo paso realmente mal el día que reconoció en uno de aquellos
cuerpos a Dorothy Sims, su profesora, a la que le faltaba media cara, o cuando vio a Jack Collins
el amable tendero que siempre le regalaba cuando era pequeña un puñado de dulces,
caminando tambaleante sin brazos.
Al pasar junto a una casa, Alma se detuvo sujetando a Ringo que jadeaba con la lengua fuera de
la boca, en silencio y expectante. Algo había llamado su atención, aunque no sabría decir el que
¿el sonido de un roce quizás?¿el destello de una luz?
Al cabo de unos segundos, una sombra se movió en la oscuridad de aquella casa y de inmediato
por la ventana de una habitación Alma salto ágilmente al interior de la casa, seguida por Ringo
que se situó inmediatamente un metro por delante de ella.
Alma caminó sigilosamente en las penumbras hasta que el perro se detuvo en seco, frente a él
la sombra se agitaba de un modo espasmódico. Alma seguida por Ringo abandonó las tinieblas
para salir al exterior de la casa, todo estaba en calma así que espero la llegada de aquel ser.
Por fin salió de la casa, acercándose tambaleante a ellos, gimiendo y levantando los brazos.
 
(CONTINUARÁ)

domingo, 29 de enero de 2017

La Tapa del Domingo: X - Chorizo a la Sidra

Chorizo a la Sidra


Para el aperitivo de este domingo, una receta típica de Asturias. Por supuesto los chorizos si son asturianos mejor, se le puede quitar la piel antes de hacerlos, y la sidra tiene que ser natural no achampañada.
En algunos pueblos de Asturias esta receta se sirve encima de unas rebanadas de pan tostado.

. 4 personas
. Preparación Fácil
. Tiempo de preparación: 30 minutos


 Ingredientes:
 
. 4-5 piezas Chorizo Asturiano fresco
. ¾ de litro de Sidra natural
. 2 hojas Laurel
. Aceite de Oliva Virgen
 
Preparación:
En una sartén o cazuela de barro, con un chorrito de aceite, doramos ligeramente los chorizos, previamente pinchados por varios sitios para que se hagan por dentro y suelten su jugo. Cuando estén ligeramente dorados añadimos la sidra, el laurel y dejamos que se hagan los chorizos y reduzca la sidra durante unos 20 minutos aproximadamente. Pasado ese tiempo sacamos los chorizos, los cortamos en rodajas y los volvemos a colocar en la salsa hasta que den un pequeño hervor. Servimos el chorizo a la sidra bien caliente en una cazuela de barro o en tapas individuales, encima de un trozo de pan pinchado con un palillo. Buen provecho.
 
 


  
 
 
            
 
 
 
 
 
 
 

sábado, 28 de enero de 2017

De Tapas por Madrid II

Continuamos con nuestra visita recorriendo más sitios estupendos.

Casa Toni.  Calle de la Cruz, 14
En esta casa trabajan con buena mano la casquería. Por la barra de Casa Toni podrán ver pasar raciones de riñones, callos, zarajos, mollejas… pero si algo destaca sobremanera es la monumental oreja a la plancha. Servida bien churruscada, con el contrapunto de crujiente y meloso, un toque leve de ajo y perejil y salsa brava.

                              Ración de oreja a la plancha en 'Casa Toni'

Casa Revuelta.  Calle Latoneros, 3
Casa Revuelta se caracteriza por servir la que es, sin ningún género de dudas, la mejor
tajada de bacalao -o soldadito de pavía- que pueda encontrarse en la capital.
Un rebozado muy crujiente, que cobija en su interior una pieza de bacalao muy jugosa.

                              Bacalao en 'Casa Revuelta'

Docamar.  Calle de Alcalá, 337
Puede presumir de ser una institución cuando se habla de patatas bravas en Madrid.
El secreto de su éxito radica fundamentalmente en su salsa secreta elaborada en casa
y servida desde una botella de whisky DYC reciclada. https://www.docamar.com/

                             
                            Interior de 'Docamar'

El Quinto Vino.  Calle de Hernani, 48
La cocina que aquí se oficia es sencilla, de raíz tradicional y con especial mano para los
guisos: alubias, callos, rabo de toro, carrillera, albóndigas… combinados con una de las mejores ensaladillas rusas que se puedan encontrar en varios kilómetros a la redonda.
Pero si por algo se conoce a esta casa es por sus croquetas, finísimas, con un empanado
ligero, un interior cremoso y profundas de sabor.  http://www.elquintovino.com/

                             Interior de 'El Quinto Vino'
    
                              Croquetas de 'El Quinto Vino'
                                                Tapas (Solo en Barra).
  • Tortillita de Camarones
  • Rodaja de berenjenas con salmorejo y bacalao ahumado
  • Solomillo de cerdo ibérico a la plancha
  • Pincho de morcilla artesana de Burgos
  • Mojama o huevas de Maruca
  • Ensaladilla
  • Albóndigas de novillo
  • Carrillada al Palo Cortado "Tradición"
  • Garbanzos con callos 
  • Riñones al oloroso "Tradición"
  • Croquetas de Esperanza
  • Montadito de lomo de cerdo con tomate frito
  • Manitas de cerdo en salsa 
  • Montadito de "pringá"
  • Salmorejo (vaso)
  • Taco de bonito con anchoas 
  • Chipirón con anchoa (conserva)
  • Magro con Tomate
  • Carne "Mechá"
  •                                                 Raciones
  • Cabeza de Jabalí de Graus, Huesca
  • Gallina trufada de Graus, Huesca
  • Jamón ibérico de bellota Lazo  
  • Jamón ibérico de bellota (1/2 ración) Lazo
  • Lomo ibérico 5 Jotas
  • Cecina de Vacuno Berciano
  • Chorizo o Salchichón ibérico de bellota
  •  Revuelto extremeño (cardillos silvestres y jamón)
  • Quesos artesanos españoles
  • Tortilla con callos
  • Anchoas en salazón (1/2 ración)
  • Anchoas en salazón (ración)  
  • Empanadillas de puerros y jamón
  • Huevos "estrellaos"
  • Albóndigas con patatas fritas
  • Caracoles en salsa
  • viernes, 27 de enero de 2017

    De Tapas por Madrid I



    Capital de España, la ciudad del  Oso y el Madroño, cuantos cosas se podrían decir de ella y cuantos sitios a visitar, aquí nos vamos a limitar a un pequeño recorrido por algunas  de las mejores barras de Madrid y a través  de algunas de sus tapas más emblemáticas.

    Bodega La Ardosa.  Calle Colón, 13.
    Es un referente por servir, entre otras cosas, una de las mejores tortilla de patatas que se puede encontrar en Madrid, jugosa, con la patata un punto entera y, cómo no, con cebolla.
     http://www.laardosa.es/ambiente-castizo.php   

                                                                                                                                                                              
     
                      
      
                                      Pincho de tortilla de 'La Ardosa'                                   
                                            
    El Abuelo. Calle de la Victoria 12.
    No hay ningún secreto, gambas a la plancha con sal gorda o al ajillo en una cazuelita de barro con el aceite chisporroteante, una caña bien tirada o un vaso de su vino dulce de la casa para acompañar. http://lacasadelabuelo.es/

                                        Gambas en 'El Abuelo'

                                       Escaparate de 'El Abuelo' (Madrid)


    Casa Alberto. Calle de Las Huertas, 18.
    A punto de cumplir doscientos años. Sus callos, santo y seña de la casa, combinan a partes iguales tripa y morro y siguen al pie de la letra la fórmula tradicional: chorizo, morcilla, hueso de jamón, verdura y una punta de guindilla que han de cocer durante largo tiempo y a los que, tras retirar la componente vegetal, se les añade un sofrito de cebolla, jamón en  dados y pimentón para acabar de guisar unos minutos más. http://www.casaalberto.es/

                                      Callos en 'Casa Alberto'
                         
    Tienen gran cantidad de tapas como son:                                                                     
    Callos a la Madrileña  -  Rabo Estofado  -  Caracoles a la Madrileña
    Albóndigas de Pollo de Corral en  Pepitoria - Manitas de Cordero a la Madrileña
    Jamón Ibérico de Guijuelo -  Queso  Manchego de Oveja -  Huevos Cervantinos
    Croquetas Caseras de Jamón Ibérico - Chistorra con Pimientos de Padrón y Patatas
    Patatas Bravas  - Patatas Alioli - Buñuelos de Bacalao con Alioli de Aguacate
    Calamares Andaluza - Boquerones en Vinagre - Ensaladilla Rusa - Oreja Estofada
    Albóndigas de Ternera - Mollejas de Cordero al Ajillo - Presa Ibérica con Salsa de Vermut
     

             

    jueves, 26 de enero de 2017

    Pintxos Vascos

    Te ofrecemos una selección de pintxos vascos, muy fáciles de hacer.
    Tradicionalmente en Euskadi se considera un pintxo (pincho) a una pequeña rebanada de
    pan sobre la que se coloca una pequeña ración de comida.
    Se le llama “pintxo” porque tradicionalmente en muchos de ellos se unía la comida al pan
    con un palillo, aunque no es algo obligatorio.
    Los ingredientes más propios de los pinchos vascos son los propios de la cocina vasca tradicional: pescados (merluza, bacalao, anchoas, gulas…), tortilla de patata, pimientos rellenos, croquetas, etc.

    Tosta de Pimiento, Calabacín, Bacón y Huevo Frito
    Sobre una rebanada de pan se colocan unas tiras de pimiento de piquillo, sobre ellas unas tiras de pimiento verde, una rodaja de calabacín frito y una tira de bacón a la plancha.
    Como última capa, se colocan el champiñón y un huevo de codorniz, que hace de txapela.   
                    
                                                 La Granja (Bilbao)
     Tosta Crujiente de Jamón Ibérico con Foie, Queso de cabra y Espárragos Trigueros
    Sobre una cama de jamón ibérico con foie, descansan una rodaja de queso de cabra y unos espárragos trigueros. Se sirve sobre una rebanada de crujiente pan.

                                                 Un Toque de Laurel (Vitoria)

     Tosta de Anchoa y Boquerón (Matrimonio)
    Le llaman matrimonio porque une dos pescados azules: la anchoa y el boquerón. 
    Sobre una rebanada de pan aderezada con pimiento y cebolla caramelizada, una anchoa y
    un boquerón coronan la propuesta. Y para rematar, dos tiras de guindilla.
                                                  Berlín (Vitoria)
    Chipirones a la Plancha con Cebolla y Pimiento Verde Caramelizados
    La base es un pan tostado sobre el que se pone cebolla y pimiento verde caramelizados.
    Encima van los dos chipirones de bocado, con las patitas en su interior, pasados por la
    plancha, con lo que quedan tiernos y jugosos.
    Uno de los chipirones se pone tumbado sobre la tosta de pan y otro, en vertical.
    Se adereza con aceite de oliva, vino blanco y zumo de limón y va decorado con perejil.

    Este bocado debe tomarse templado.  
                                                  Estoril (Bilbao)


       

    domingo, 22 de enero de 2017

    La Tapa del Domingo: IX - Pulpo "A Feira"

    Pulpo "A Feira"
     
    . 4 personas
    . Preparación Media
    . Tiempo de preparación: 40 minutos
     
     Ingredientes:
     
    2 kg. de Pulpo
    1 kg de Patatas
    Sal Gruesa (al gusto)
    Pimentón dulce o picante ( a gusto de cada uno)
    Aceite de Oliva
    Agua
     
    Preparación:
     
    Podemos comprarlo en el Supermercado ya troceado en bandejas, ya congelado. Si lo compramos fresco en el mercado, lo único que debemos hacer es congelarlo.
    Sacamos el pulpo un día antes del congelador y lo pasamos al frigorífico para que se descongele. Es importante hacerlo en una cazuela o un bol grande pues va a soltar mucho líquido y puede desbordar. A la hora de cocinar lo pasamos un poco por agua fría para quitar posibles impurezas.
    Ponemos una cazuela (la más grande que tengamos) al fuego con agua, no añadimos sal pues el pulpo se sala al final, en la presentación.
    Cuando rompa a hervir añadimos el pulpo, lo cogemos por la cabeza y “lo asustamos”, esta técnica consiste en meter y sacar el pulpo 3 veces de la cazuela para conseguir que el pulpo se quede tieso y no se le caiga la piel durante la cocción.
    Cocemos el pulpo durante unos 30-40 a fuego medio dependiendo del tamaño (lo normal es cocer un pulpo de 1,8 kg – 2 kg, con 30-35 es suficiente).
    Hay que pincharlo de vez en cuando para ver como está de duro.
    Mientras está cociendo, pelamos, lavamos y troceamos las patatas a la mitad. Reservamos.
    Cuando acabemos de cocer el pulpo lo dejamos reposar unos minutos y luego lo sacamos a una fuente. En la misma agua echamos las patatas y cocemos durante 15 minutos.
    Si no quieres que cojan el color rosado puedes hacerlas en otra cazuela.
    Cortamos el pulpo con unas tijeras de cocina, las patas en trozos de 1 cm de grosor y la cabeza en trozos pequeños.
    Lo servimos en plato de madera con una base de patatas.
    Salamos con sal gorda, espolvoreamos con el pimentón (picante o dulce) y rociamos con un poco de aceite de oliva. También se puede aliñar con un poco de agua de la cocción.
    ¡Buen Provecho!
     
     

     
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    sábado, 21 de enero de 2017

    Cocinando por ... Huevos: I - Huevos Rotos con Jamón


    Cocinando por ... Huevos: I - Huevos Rotos con Jamón
     
    La ola de frío, viento y lluvia que ha azotado nuestro país, me ha hecho pensar en recurrir para cenar  en un plato sobradamente conocido por vosotros como es: los Huevos Rotos con Jamón.

     
    MORELLA
    VISTABELLA

     
    Huevos Rotos con Jamón
     
    - Freír patatas cortadas en tiras, en abundante aceite y con sal hasta que estén tiernas; escurrirlas bien y poner en una fuente. 
    - Colocar encima los huevos fritos, uno por persona. 
    - En la misma sartén sin nada de aceite, dorar ligeramente tiras de jamón serrano o ibérico, lo justo para que cambien de color y se reblandezcan. Poner encima de los huevos, romper estos ligeramente y servir.