miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuentos Prohibidos: VI - La Playa


En la vieja furgoneta de color amarillo, con dibujos de flores y el signo de la paz pintados,
sonaba en el compact disc, la canción, “Touch of Grey” de Grateful Dead.
El rasgueo de la guitarra de su líder Jerry García, se eleva hacia el cielo donde el sol se
hunde lentamente en el horizonte, dejando caer sobre la cinta gris de la carretera, un color anaranjado bastante triste y nostálgico.
Nostalgia, eso era en verdad lo que les unía, a Chus, Goyo y Lali.

Les habría gustado vivir como hippies, vestían como si aún estuvieran en el festival de Woodstock , fumaban hierba todo el tiempo y cuando podían se pegaban un viaje de LSD.
El viaje comenzó una semana antes, cuando abandonaron la comuna de una barriada de
Getafe, partiendo hacia la costa de Girona.
Eran unas vacaciones bordeando la costa mediterránea, acampando cerca de arboledas o

en calas cercanas a poblaciones catalanas de la Costa Brava.
Aunque ellos lo llamaron "vacaciones", la verdad es que de ello tenían bien poco.
Trabajar, lo que se dice trabajar, solo lo hacía Lali,  que haciendo pulseras, muñequeras o cualquier tipo de abalorio en cuero y que vendía en el mercado o en las ferias, sacaba algo
de dinero.
Por su parte, Chus, su pareja, se consideraba a si mismo un artista.
Sus "obras" se podían admirar en las paredes de la comuna o en los grafitis pintados

en los vagones del metro, lo que le había supuesto más de alguna vez, el tener que salir corriendo delante de los "seguratas". Chus nunca había sido muy amigo de doblar el
lomo, así que vivía de lo que sacaba Lali.
Goyo, era hijo de un abogado de la clase media/alta madrileña militante del PP, que le ingresaba en el banco una asignación mensual, con tal de que no se acercara por casa.
Goyo, se confesaba militante de Podemos y llevaba el pelo recogido en una coleta, en un patético intento de parecerse a Pablo Iglesias.
Según contaba era bisexual, aunque para Chus realmente era "más maricón que un palomo cojo".

Lo cual, en cierta manera, le venía bien a Chus, que aunque no se consideraba celoso, 
no tenía que preocuparse en que se acercara a Lali, que tomando una dosis de ácido
y un par  de "birras", se encamaba con cualquiera.
Ya detenido el vehículo al lado de un bosque, y mientras Chus se liaba un porro, poniendo
los pies sobre la mesa de playa que habían plantado, junto a la puerta corrediza de la furgoneta, de pie, a su lado, Lali observaba a lo lejos el cercano pueblo.
Mientras tanto Goyo, limpiaba un poco el interior del vehículo, el hombre de algo más de treinta años de edad, lanzaba al exterior latas de cerveza vacías, arrugadas bolsas de patatas fritas, la ropa sucia, y vaciaba el cenicero.
Goyo salió, justo en el momento en que su "colega", un par de años menor que él, se

encendía el porro.
— ¿Me das una calada?, dijo Goyo, limpiar toda esa mierda me ha dado ganas de fumar, mientras abría la nevera portátil para sacar tres cervezas.
Chus le dio la primera calada mientras abría la lata de cerveza y después se lo pasó a su amigo, el cual tosió cuando fumó de aquel porro bien cargado de marihuana.
— He pensado que esta noche podríamos ir hasta el pueblo, no está muy lejos y creo que nos merecemos una buena cena, dijo Chus, harto del "bocata" de chorizo pamplonés o de atún en aceite.
Luego los tres amigos se sentaron allí , pasándose el porro de mano en mano, mientras observaban el atardecer.
Horas más tarde, en el bar "Can Porta", situado en una pequeña placeta, alejado del

bullicio de los concurridos restaurantes del paseo marítimo, cenaban los tres "colegas".
No había mucha gente, algún turista despistado y poco más.
No era extraño porque allí no iba nadie, la comida era una autentica basura, las Patatas Bravas cubiertas de una salsa de tomate de bote no picaban, los Calamares a la Romana erancongelados y dejaban mucho que desear, la verdad, el rebozado se había quemado y

su interior era de una textura gomosa. Y lo que era peor, las cervezas Mahou, estaban más bien templadas que frías.
Luego llegaron los carajillos, excesivamente cargados de coñac barato.
Entre la “fumada” que llevaba y mientras se liaba otro porro más, Chus se bebió el

carajillo de un trago, mientras ponía los pies sobre la silla de enfrente, justo al lado de Goyo.
Luego pidió otra ronda de carajillos y encendió el porro que con tanto cuidado había liado. Chus dio una larga calada para después soltar el humo despacio, deleitándose, haciendo

círculos de humo, antes de pasar el porro a Lali.
Los tres "colegas" compartieron el porro y el silencio de aquella noche, apenas roto por el ruido de vidrio de los vasos que hacía el camarero que recogía las mesas de la terraza y el dueño del local limpiando la barra. Pidieron la cuenta mientras terminaban el porro.
Cuando hubieron pagado, caminaron por callejuelas estrechas y las calles adoquinadas del centro histórico de aquella pequeña localidad de la Costa Brava, en busca de la furgoneta aparcada junto al paseo marítimo.

Las chancletas de los amigos sonaban al golpear contra  la acera como castañuelas de "bailaoras" de flamenco
Chus, iba unos metros por delante, paseaba relajado ya que llevaba una “fumada” considerable, mirando al mar desde el paseo marítimo, la noche estaba tranquila y con la

luna como única espectadora.
Detrás suyo, Goyo que había terminado de hacer un porro, lo encendió y la larga calada que dio le provocó un fuerte ataque de tos.
Llegaron hasta el pequeño puerto donde estaban amarradas unas cuantas barcas de pesca.

Allí sentado en un noray y con la mirada perdida más allá del mar, un anciano con una gorra de marino en la cabeza, encendía una vieja pipa.
El aroma del tabaco, llegó hasta las fosas nasales de Chus, que dirigió sus pasos hasta aquel hombre.
— Eh abuelo, no le gustaría más fumarse un porro, dijo entre risas, al mismo tiempo que

se lo arrebataba a Goyo, para dárselo.
El anciano rehusó la invitación y tuvo que aguantar durante unos minutos las bromas pesadas de los tres "colegas. Cansado de aguantar chanzas y empujones, se levantó para irse, luego como pensándolo mejor se dio la vuelta, dirigiéndose a los tres.
— Si queréis ir a una playa donde estar tranquilos, lejos de las otras playas masificadas.

Yo os indicaré el lugar. Si dejáis el pueblo por la carretera principal, un kilómetro después, veréis un desvío a la derecha, que os llevará por un camino de tierra que discurre
paralelo a la costa.
El anciano se detuvo por un instante, para encender la pipa que se había apagado.
- Dos kilómetros después, prosiguió, llegareis hasta una enorme pinada. Escondida bajo el pinar, existe una cala con una pequeña y hermosa playa secreta que sólo conocen la gente del pueblo y algunos turistas.
Sin decir nada más ni esperar respuesta, el anciano se alejó caminando, hasta que pareció
que se lo tragaba la noche.
La noche para ellos continuó en repletos garitos. Con las primeras luces del día cogieron la furgoneta, con la intención de dirigirse a aquella tranquila playa, para bañarse, tomar el

sol y dormir un rato.
Siguiendo las indicaciones del anciano, no les fue difícil encontrar el lugar.
Aparcaron la furgoneta junto al pinar, cogieron sus mochilas y la nevera portátil, descendiendo por un camino de tierra hasta la recóndita cala.
El viejo, pensó Chus, no les había mentido, el lugar era ciertamente hermoso y de un silencio impactante.
Atrás quedaron las atestadas playas de bañistas con pieles enrojecidas, de sombrillas clavadas en la arena cristalina y de críos jugando a la pelota.
La belleza de la pequeña playa era impresionante. Pero lo que realmente les impactó, fue el color de la arena. No era blanquecina o de color dorado, como el resto de las playas de aquella localidad, sino de color rojo.
De un rojo brillante. Rojo sangre.
Recorrieron de punta a punta la pequeña playa A pesar de su color intimidante, la textura

de la arena era suave. Aun más suave que la de cualquier otra playa.
Era temprano y el sol calentaba tímidamente sus cuerpos. El agua del mar se mantenía mansa, estancada y serena.
Chus, que adoraba la pintura, pensaba que la playa era un hermoso cuadro, un lienzo que la naturaleza había coloreado con sus pinceles.
Extendieron las toallas y poco tiempo tardó Lali en meterse en el agua, completamente desnuda.
Ellos refrescaron sus gargantas con la cerveza fría que traían en la nevera portátil.
Cubrieron sus cuerpos con varias capas de protector solar, se tumbaron en las toallas y cerraron los ojos.
Ajena a todo, Lali no vio una extraña bruma roja, que se acercaba a la playa, surgiendo desde lo más profundo del mar.
Chus se despertó de repente, al llegar a sus fosas nasales un fuerte olor a quemado y gritó viendo como aquella neblina tóxica, que flotaba en el aire, se acercaba hasta una sorprendida Lali, que incapaz de reaccionar, era absorbida rápidamente.
Intentó levantarse y sintió una punzada de dolor. Sus piernas estaban enrojecidas y pobladas de pústulas que reventaban una tras otra, mientras se quemaba.
Gritó con toda su fuerza. Quiso moverse, pero estaba sumido en una parálisis que sólo le permitía mover los ojos.
Miró a Goyo, tendido en una toalla a su derecha, de su piel, casi carbonizada, manaba un líquido brillante proveniente de pústulas reventadas y tenía el bañador en llamas.
Chus, regresó la mirada a su propio cuerpo. Ahora su abdomen y brazos también se llenaban de ampollas.
Su bañador ardía y el dolor era insoportable, mientras su cuerpo se fundía integrándose

en la arena.
Alejó la mirada de Goyo, incapaz de seguir viendo como su cuerpo quemado era tragado

por la arena roja.
Lo último que vieron sus ojos fue aquella niebla roja que ocultaba el sol, pasando por encima de él, antes de que su cuerpo se derritiera.
Varios días después, un anciano de con los ojos cansados y una gorra de marino en la cabeza, paseando se detuvo frente al pinar.
Dos policías locales se habían apeado de su vehículo y examinaban una vieja furgoneta amarilla, con dibujos de flores y el signo de la paz pintados.
Se acerco hasta ellos, levantando una mano en señal de saludo.
— Bona tarda, Joan, dijo uno de los policías, mientras llamaba por la emisora del coche a su central, para darles la matrícula de la furgoneta abandonada.
Al mismo tiempo su compañero que examina los alrededores en busca de los dueños de la furgoneta, desciende hasta la playa.
En el pinar no se veía a nadie y desde luego en la playa tampoco estaban, ni había ropa,

toallas o cualquier cosa que indicara los dueños del vehículo habían llegado hasta allí.
El policía contempla como los últimos rayos de sol se pierden entre las escasas nubes

que hay en el horizonte, mientras las olas rompen antes de llegar a la orilla de la playa.
El atardecer se refleja en el mar, que va adquiriendo una amplia gama de tonos entre

azules y anaranjados que se funden con aquel cielo malva y rosa.
Realmente es un hermoso paraje.
El anciano se despide de los policías y mueve la cabeza en un gesto de pesar. Luego se da la vuelta encaminándose hacia el pueblo.
Al mismo tiempo piensa que, a veces, unas tranquilas vacaciones se pueden convertir en una pesadilla.
En fin, ahora los restos de las tres personas formaban parte de la arena, a la que habían

servido de alimento.
Arena que de vez en cuando crecía, gracias a los afortunados turistas, elegidos por él

mismo,  que visitaban aquella hermosa playa escondida en una recóndita cala.
La playa de arena de un color rojo brillante. Rojo sangre.

jueves, 9 de marzo de 2017

Cuentos Prohibidos: V - El Despertar

                                                           
 
  
Lo primero que notó fueron las luces rojizas destellando a través de sus párpados,
luego abrió los ojos y miles de alfileres se clavaron en sus sienes.
Volvió con gusto a cerrar los ojos e intentó seguir durmiendo.
Aunque no lo sabía, eso era imposible, una vez que comenzaba el proceso de

resurrección no había vuelta atrás.
Abrió los ojos por segunda vez y un relámpago doloroso le cerró los párpados.

Estoy soñando piensa para si. Intenta mover los brazos pero estos no responden.
Le dolía todo el cuerpo y estaba muy cansado. Al abrirlos de nuevo se halló rodeado por
las paredes transparentes de la cápsula criogenética.
En la cápsula de al lado, dormía una mujer a la que no conocía. Era muy hermosa y

contempló por un rato su sueño a través de la capsula transparente, mientras trataba de organizar su confundida mente. Ni siquiera recordaba su propio nombre.
Como viniendo en su ayuda un voz femenina, fría y sin matices surgió de la nada:
– Bienvenido, Capitán John Frey, a la nave colonial SYRA – 014, perteneciente a la Confederación Terrestre. Ha sido usted el primero de los durmientes en despertar.

Ahora, permítame que me presente, soy la Unidad Tecno Cibernética de Procesamiento
de Datos, Ayuda y Control de Quinta Generación RS-35679. Soy el ordenador central encargado de dirigir la nave, pero me puede llamar KAREN.
– Permítame informarle, Capitán Frey, continúo KAREN, el coctel de narcóticos y medicamentos que les fue administrado a su llegada a la nave, producen la paralización

de las constantes vitales y conducen al ser humano a un estado letárgico, que precede a su introducción en la cápsula criogenética y al hipersueño. Ocasiona en el ser humano
una serie de efectos secundarios, siendo el más relevante de ellos el fallecimiento entre
un 18 y  un 30% del personal que recibió el tratamiento y también otros menos
importantes, entre ellos, como habrá usted podido comprobar en persona, dolor de cabeza, náuseas o la perdida temporal de la memoria.
– Es por ello que para ayudarle a recordar, prosiguió, tiene sobre la mesa que esta frente

a usted una esfera, tóquela con su mano y le será mostrada toda la información que necesita.
El hombre pasó la mano sobre la superficie esférica, esta se abrió y una capa holográfica se desplegó frente a él, iniciando un viaje virtual en 3D a la Tierra, su planeta de procedencia.
Sin saber como, quizás por intuición o quizás porque en alguna parte de su cerebro sobrevivía un leve recuerdo que le indicaba lo que tenía que hacer, con los movimientos de su mano derecha fueron abriéndose, acercándose y agrandándose las diferentes imágenes.
Sobrevoló el planeta Tierra, atravesando nubes, surcando montañas, valles y llanuras.

Ríos, mares y océanos surgieron en cada lugar donde fijaba su atención. Vio ciudades
bajo cúpulas etéreas y sintió una mezcla de nostalgia e inquietud ¿De donde provenía?
¿Qué hacía allí?
Luego mediante aquella sucesión de imágenes, conoció toda la historia del planeta, las

grandes batallas, las sangrientas guerras, los crueles tiranos, a los mayores políticos y a los brillantes científicos y sus logros médicos, a todos los grandes hombres en la historia de la humanidad .
Todo le fue mostrado en lo que a él le pareció un breve lapso de tiempo, luego volvió a

pasar la mano sobre la esfera de apariencia metálica y el holograma desapareció.
– Te has dirigido a mi, por el que debe ser mi nombre, KAREN, habló el humano, pero

necesito saber más, ¿Quién soy? ¿Por qué estoy aquí?
– Siento no poder darle una respuesta, respondió KAREN, por el momento no puedo darle

esa información por ser restringida y con la clasificación de la Normativa de Seguridad A-23/88.
– Con el tiempo usted mismo lo averiguará, dijo el ordenador central, y ahora siguiendo el protocolo establecido, le informo que llevábamos veinte años de viaje interestelar, aunque

para usted es como si solo hubiera pasado una noche y sin que el paso del tiempo se
refleje en su cuerpo, Y ahora debe volver a tocar la esfera para acceder a una información
de vital importancia
El hombre así lo hizo y la pantalla holográfica volvió a desplegarse antes sus ojos.
– Antes de su visualización, debo informarle Capitán Frey, habló de nuevo KAREN, que las imágenes grabadas que va a ver, son de dos años posteriores a nuestra partida.
Las imágenes comenzaron mostrando una enorme metrópolis bajo una cúpula de cristal, con gente a pie detenida y mientras otros se apean de sus vehículos para fijar la vista en

las enormes pantallas adosadas a modernos rascacielos.
En ese momento en las pantallas, aparece el presentador de una cadena de televisión, que con semblante muy serio y voz grave, comienza a hablar:
— “Señoras y señores televidentes, esta cadena, así como su equipo de informativos, no sabe cuando volverá a emitir, si es que alguna vez vuelve a hacerlo. Ya les hemos

informado, en días anteriores, de la inminente llegada del cometa Armagedón al planeta
Tierra y todas las medidas que el gobierno de la Confederación Terrestre ha tomado al respecto. A pocas horas de su impacto en nuestro planeta, ruego a Dios por nosotros, por nuestras familias y por toda la humanidad. Recuerden seguir en todo momento las
indicaciones del ejército y de los equipos de emergencia, y encaminarse en orden hacia los refugios habilitados para la población.
¡Qué Dios guarde a todos y cada uno de nosotros! Sin más, finalizamos la emisión”.
Las imágenes se difuminan, hasta disolverse y desaparecer en el aire. Instantes después

vuelven a aparecer otras ante sus ojos.
— ¡Corred!, ¡Vamos, deprisa!, grita el hombre con un niño en brazos, mientras una mujer

que va detrás suyo llama a un adolescente que se queda algo rezagado grabando con el móvil.
Muestra el caos circulatorio con las pequeñas naves particulares intentando descender

junto al refugio subterráneo, custodiado por militares, donde un inmenso gentío a pie es incapaz de esperar su turno para entrar, ante la inminente llegada de los meteoritos.
El joven, ignora los gritos de sus padres para que se una a la fila y enfoca los asteroides que dejan estelas en el cielo cayendo, algunos tan cercanos que derriban edificios, provocando temblores y una lluvia de cascotes.
Mientras corre junto a la multitud, intentando llegar al cercano refugio, graba como un gigantesco meteorito, cae sobre un edificio contiguo, explota y emergen afilados cristales azulados.
La fuerza del impacto, provoca una onda de tierra que arrasa la zona, a la vez que la energía que desprende abrasa a la población.
La grabación se interrumpe con la imagen de un cartel impreso con la leyenda:

"Arrepentíos, porque el Día del Juicio Final, ha llegado".
Vuelven a desaparecer las imágenes e inmediatamente surgen unas nuevas.
— He perdido contacto con la base, explica el piloto de un nave de reconocimiento,

grabándose con la cámara que lleva en la cabina. Igualmente no tengo contacto visual, ni comunicación ninguna con el resto del escuadrón. Debido a las inclemencias atmosféricas producidas por la caída masiva de asteroides, las radiaciones emitidas por
los meteoritos han vuelto loco mi instrumental de vuelo y todo el sistema electrónico.
Junto a terremotos, maremotos y demás cataclismos de la naturaleza aparecen otros fenómenos para mí desconocidos.
La cámara se mueve enfocando el exterior de la nave.
— Frente a mí, prosigue, se encuentra ahora una espesa niebla y a lo lejos se atisban

tormentas de rayos de color violeta.
A continuación, enfoca infinidad de puntos lumínicos saliendo del manto nuboso.
— Esto que ven caer son trozos del cometa Armagedón, asteroides que seguirán impactando sobre la superficie de la tierra.
La cámara vuelve a enfocar al piloto.
— No me encuentro nada bien, me duele mucho la cabeza y me cuesta respirar, continua, mientras se sube la visera del casco, quitándose la máscara de oxígeno.
Le brota sangre de la nariz y de los ojos, su rostro se deforma por el dolor entre gritos horripilantes.
La cámara continúa grabando, todos los testigos de alarma están encendidos y la cabina

del piloto da vueltas de forma incontrolada, hasta que finalmente se interrumpe la grabación.
Luego no hizo falta que volviera a tocar aquella esfera de apariencia metálica, al terminar

la tercera grabación, ella se cerró por si misma.
Aunque no conseguía recordar nada, estaba claro que frente a la inminente llegada del cometa y no pudiendo evitar su colisión, se había iniciado una gran evacuación dos años antes y él había sido uno de los elegidos.
¿Por qué se habría interrumpido su sueño? ¿Sólo el suyo? ¿Cuántas naves similares habrían como en la que se encontraba?
Capitán Frey, le había llamado KAREN, quizás se había despertado antes que los demás porque era el comandante al mando de la nave, una nave que viajaba quizás hacia un planeta nuevo, para crear una colonia humana, una boya perdida en aquel

inconmensurable y negro cosmos donde proseguir con la evolución de la raza humana y su sociedad.
Caminó vacilante y descalzo sobre el tibio suelo de la sala, volvió hasta el largo pasillo lleno de cápsulas iguales a la de la que había salido y en la que era obvio que todos continuaban en el estado de sueño inducido.
Aunque la temperatura era agradable, ni frío, ni calor, se dio cuenta de que una especie de taparrabos, era la única prenda de vestir que llevaba puesta.
— KAREN, ¿me gustaría vestirme, puedes decirme donde hay ropa?, indicó a la maquina.
— Por supuesto Capitán Frey, respondió KAREN, siga el pasillo hasta el final y tras cruzar la puerta hallará un armario conteniendo ropa y a su lado puede tomar un baño, si le apetece.
Frey se puso en marcha y al llegar al final del pasillo, la puerta metálica se deslizó hacia arriba con su sola presencia y volvió a cerrarse tras él.
Se encontró en otro largo pasillo con una especie de gran armario metálico de una sola pieza, sin ningún botón o interruptor para pulsar en la parte frontal, solo deslizar la palma de su mano se abrió de parte a parte, permitiendo ver en su interior unos monos de color
anaranjado y un calzado del mismo color.
Frente al armario un sinfín de cubículos abiertos. Se desprendió del taparrabos y se introdujo en uno de los cubículos.
Solo pisar su suelo, frente a él una mampara opaca cerró el acceso a la ducha y de unas pequeñas protuberancias de las paredes salieron unos chorros continuos de vapor a agradable temperatura.
Cerró los ojos dejándose llevar. Cuando todos los chorros de vapor cesaron, su piel cosquilleaba al reactivarse la circulación de la sangre.
Respiró hondo y salió cogió uno de los monos naranja y se lo puso.
El traje monopieza se ceñía a su cuerpo como si se tratase de una elástica segunda piel.
Regresó hacía atrás, hasta la sala donde se hallaban las cápsulas criogenéticas, solo la cápsula en la que él había permanecido, se encontraba abierta, el resto continuaban cerradas.
Se acercó de nuevo hasta la cápsula que se encontraba al lado de la suya, la observó a través de la cubierta transparente, era ciertamente hermosa y lo cierto es que le recordaba a alguien, quizás porque se pareciera a alguna mujer o porque fuera su compañera en la Tierra.
Recorrió el pasillo, observando las hileras de cápsulas que se alineaban a ambos lados.
Cientos de mujeres y hombres de diferentes razas, edades o aspecto, sumidos en un profundo sueño, las ocupaban.
Todas las cápsulas tenían un reloj digital marcando hacia atrás el tiempo, en días, horas y minutos. En ese instante se encontraban marcando algo más de tres días, que dedujo que

era el tiempo que faltaba para que despertaran.
Por alguna razón que desconocía, él lo había hecho antes de tiempo.
De repente sentía un hambre voraz, se encontraba muy débil y su memoria le enviaba imágenes borrosas del pasado.
Tocó de nuevo la esfera de nuevo y volvió a contactar verbalmente con la inteligencia artificial que controlaba el navío estelar.
— Tengo hambre, KAREN, quiero comer algo.
De inmediato se desplego frente a él un holograma que le reveló el lugar donde se

encontraba y el plano del resto de la nave.
Memorizó el camino para llegar hasta la cocina y lo recorrió con resolución, pasillo a pasillo, puerta tras puerta, pasando por las diferentes secciones que constituían la astronave.
Pasó por la sala de mando, envuelta en la oscuridad excepto por los monitores y luces encendidas en diferentes paneles, que en aquellos momentos no sabía lo que indicaban y

que en todo momento manejaba KAREN. Allí las paredes eran acristaladas, lo mismo que
el techo, dejando ver el negro cosmos.
Podía percibir en el silencio de la nave un amortiguado zumbido monocorde.

En las lejanas profundidades de la sala de máquinas, las poderosas turbinas funcionaban
a pleno rendimiento.
Continuó vagando como un espectro por los pasillos de la inmensa astronave, perdido en

un laberinto de metal, entre los tubos fosforescentes de las luces de emergencia y las tinieblas.
Casi histérico por el cansancio y el hambre que sentía era incapaz de pensar con coherencia. Estaba agotado por el esfuerzo físico, pero aun así procedió a seguir caminando durante un rato, que se le hizo dolorosamente eterno, hasta detenerse en uno de aquellos
pasillos apoyando las manos en el frío metal de la pared.
En la oscuridad del pasillo, una serie de luces se encendieron y la penumbra se fue alejando hasta esconderse entre los rincones, enfrente suya una puerta y en el lado

izquierdo de esta, un visor con el dibujo de una figura en color verde parpadeante.
Colocó la palma de su mano en el visor y la puerta se elevó, las mesas y sillas de polimetilmetacrilato le indicaron que allí se encontraba la cantina con la zona de

esparcimiento de la tripulación, junto a esta otra puerta llevaba hasta la cocina.
Entro en ella y de uno de los expositores transparentes, cogió uno de los recipientes de
comida y una bebida energética.
El etiquetaje del recipiente le informaba que contenía carne fría con vegetales y salsa de tomate. Estaba hambriento, así que comió con apetito dos de aquellas raciones.

El sabor acido y potente de la salsa de tomate, hizo que resucitaran sus papilas
gustativas y desapareciera el mal sabor de la boca, producto de la medicación inductora del sueño.
Encontrándose mejor decidió volver a la sala de hipersueño, a lo mejor, mientras él se encontraba ausente, se había despertado alguien. El solo pensar en que se terminara la

soledad, era una idea reconfortante.
El tiempo jugaba su rol y las brumas de su mente empezaban a despejarse, mandándole
retazos de su vida anterior, imágenes suyas al mando de una nave, de un niño, de una
mujer en un edificio colmena.
En su soledad le hubiera gustado poder hacer algo y adelantar las fechas para activar de

nuevo a los durmientes, sin embargo en su mente habían cosas que le inquietaban,
por ejemplo, acababa de abandonar una cápsula criogenética, de salir del hipersueño, un
médico tendría que estar analizándole los signos vitales, haciéndole un chequeo completo, quizás a su lado una enfermera le extraería una muestra de sangre para hacerle un análisis.
El relámpago de dolor fue real en su cabeza, algo andaba mal, el color naranja del mono le recordaba algo, aunque no sabía el que, en aquellos instantes se encontraba metido en un

bucle paranoico del que no sabía escapar.
Respira, se repetía a si mismo, respira lento y pausado. Avanzó por los pasillos de las

diferentes secciones, hasta llegar de nuevo a la sala de mando, el verdadero corazón,
junto a la sala de maquinas, de la inmensa astronave.
Debían estar cerca de llegar a su punto de destino, los monótonos zumbidos eran ahora de menor intensidad, la velocidad debía haber disminuido.
Por las acristaladas paredes penetraba el resplandor de una estrella, seguramente el lugar

a donde se dirigían, bañando con su luz la estructura del SYRA-014.
Sintió vértigo por lo negro de la oscuridad insondable de allí afuera, de aquel abismo

negro que hacía que la enorme astronave pareciera un grano de arena en la inmensidad del desierto.
Avanzó de nuevo, por los pasillos sin iluminar, camino de la sala donde se encontraban las cápsulas dormitorio, debían haber pasado ya varias horas desde que despertara.
Controlada por aquella inteligencia artificial, de nombre KAREN, la mayor parte de la nave estaba inactiva, no se suministraba la energía necesaria para su funcionamiento al ciento por ciento, sólo la realmente imprescindible.
Su cabeza estaba a punto de estallar y comenzó a hablar en voz alta, como si alguien pudiera escucharle:
— Los monos naranja, eso es, estoy en una nave prisión.
Ahora lo comprendía todo, aquella ropa sin bolsillos, sin ningún distintivo que indicara el rango o empleo de su portador, eran sin duda uniformes de presidiario.
— Pero, ¿Dónde se halla el resto de la tripulación?, ¿Dónde están las cápsulas de los guardianes?
Se detuvo en el centro del hábitat y se dirigió al ordenador central de la nave:
—KAREN, más luz, por favor.
El nivel donde se encontraba se iluminó y accedió a la sala de hipersueño, recorrió las

hileras de cápsulas que seguían cerradas y que se iluminaban cuando se detenía frente a ellas.
No había duda, en algunos de aquellos semblantes se reflejaba su catadura moral, eran delincuentes enviados a colonizar aquella lejana estrella.
Capitán Frey, le había llamado KAREN, si era el comandante de la nave, aunque la

inteligencia artificial dirigiera la astronave, ¿dónde se hallaban su primer oficial, el navegante, el oficial de comunicaciones y el resto de la tripulación?,¿donde se encontraban los guardianes y donde estaba el armamento para vigilar a los presidiarios?.
Frey, comenzó a temblar como una hoja mecida por el viento. En el interior de las cápsulas, seguro se encontraban desde estafadores, violadores o ladrones, hasta asesinos sin escrúpulos. En poco más de tres días, despertarían abandonando sus cápsulas y no tendrían ningún inconveniente en acabar con su vida.
— KAREN, informa, ordenó, ¿Quién soy yo?, ¿Me encuentro entre delincuentes? ¿Dónde

está el resto de la tripulación y los guardianes?
Se detuvo frente a la cápsula contigua a la suya, esta se iluminó y se aclaró e1 tono de su cristal, permitiendo ver a la hermosa mujer que dormía en su interior. Frey reflexionaba, buscando hallar entre los recovecos de su memoria la identidad de la desconocida, tal vez se habían conocido en el pasado.
Instantes después, se derrumbó sobre sus rodillas aplastando su rostro contra el cristal y empañándolo con el aliento de su boca.
Ahora recordaba todo, era Alena, su amante, la mujer con la que se encontraba en el dormitorio de su apartamento, en el edificio colmena donde vivía. La inesperada vuelta de

su esposa, acompañada del hijo de ambos, al encontrarse este repentinamente enfermo, hizo que les sorprendiese, desencadenándose una discusión que terminó, arrojando a su
mujer desde lo alto de la terraza del edificio, con la ayuda de su amante.
Era un asesino, un convicto más en aquella nave prisión.
KAREN, respondía, dando su informe pero él ya no escuchaba.
— Capitán de astronave sideral de la Confederación Terrestre, John Stuart Frey, preso número 019864, expediente número B-0129687/68. Juzgado y condenado a cadena

perpetúa por el asesinato de su esposa. Es trasladado junto al resto de convictos, al penal
de la estrella MN-058, en la nave prisión, no tripulada, SYRA – 014, para trabajar en las
minas de Hierro y Wolframio, hasta el final de sus días.
A su llegada a la citada estrella se harán cargo de la custodia de los presos, los
guardianes  de prisión que viajan en la nave con matricula RAEL - 118.

domingo, 5 de marzo de 2017

Suquet de Peix



 
 
 
 
Comida dominical en el restaurante SUQUET DE PEIX, situado en la Plaza del Mar del Grao de Castellón.
Éramos cuatro comensales y pedimos el menú, son 15 Euros por persona y consta
de un entrante a elegir y un arroz, más la bebida y el postre.
Los entrantes elegidos fueron : Pulpo Tornaet a l´oli, Calamares a la Romana, Mejillones en Salsa Verde y Chipirones Fritos.
Para el segundo la elección recayó en el Arroz de Bogavante y Gamba.
Buena Calidad y precio ajustado, para lo que suelen ser los otros restaurantes de la zona.
Volveremos a repetir.




 
Pulpo Tornaet a l´Oli

Chipirones Fritos

Calamares a la Romana

Mejillones en Salsa Verde
 


Arroz de Bogavante y Gamba

La Tapa del Domingo: XV - Gambas al Ajillo

Gambas al Ajillo
 
INGREDIENTES para 2 personas
 
  • 400 gramos de Colas de Gambas Peladas
  • 4 ó 5 Dientes de Ajo
  • 1 punta de Guindilla ó Pimienta de Cayena
  • Aceite de Oliva Virgen 
  • Sal
  • Perejil

  • ELABORACIÓN
    1. Pelamos las gambas y reservamos sólo las colas.
    2. En una cazuela de hierro o de barro echamos un buen chorro de aceite, cuando esté caliente añadimos la guindilla y los dientes de ajo laminados gruesos.
    3. Cuando veamos que están empezando a dorar añadimos las colas de las gambas (tienen que estar bien secas, muy bien escurridas), ponemos una pizca de sal y mantenemos al fuego 1 ó 2 minutos hasta que veamos que han cogido color pero están poco hechas.
    4. Espolvoreamos un poco de perejil encima.
    5. Servimos muy calientes directamente a la mesa.
    Consejos y comentarios
    • Esta receta de gambas al ajillo puede prepararse también con colas de langostinos o de gambones. Cambiarán muy poquito los tiempos de cocción pero debes tenerlo en cuenta.
    • Si lo preparas en cazuela de hierro intenta servir de todas formas en una cazuelita de barro como manda la tradición.
    • Guarda las cabezas y pieles para un caldo o compra directamente colas de gambas congeladas. En este caso es conveniente descongelarlas a temperatura ambiente y no saltearlas mucho al fuego para que no se resequen.