domingo, 26 de febrero de 2017

La Tapa del Domingo: XIV - Chipirones Fritos (Puntilla)

                                                          Chipirones Fritos (Puntilla)



- Fácil
- 30 minutos
- Para 4 personas
 
 
Ingredientes:
. 500 gramos de Chipirones (Puntillas)
. Harina
. Sal
. Aceite de Oliva

Preparación
1. Enjuagar los chipirones muy bien bajo al grifo, escurrirlos  y secarlos con papel cocina.
2. Salarlos, rebozarlos en harina y escurrirlos uno a uno para despender la harina sobrante.
3. Freírlos en abundante aceite bien caliente, hasta que empiecen a dorarse.

Dejarlos escurrir sobre el papel absorbente. Servirlos calientes y acompañados de limón cortado.



sábado, 18 de febrero de 2017

La Tapa del Domingo: XIII - Manitas de Cerdo en Salsa

MANITAS DE CERDO EN SALSA
 
Ingredientes (4 personas):- 4 manitas de cerdo
- 1 chorizo
- 1 tomate maduro
- 1 cabeza de ajos
- 4 ó 5 dientes de ajo
- 2 cebollas
- 2 cucharadas de tomate frito casero
- 1 guindilla
- 1 cucharadita de pimentón
- Un poco de comino
- Pimienta en grano
- Sal
- Aceite de oliva
- Perejil

Elaboración:
Las manitas deberán estar cortadas en cuatro trozos. Las limpiamos bien y las ponemos en la olla rápida cubiertas de agua, el laurel, los granos de pimienta, una de las cebolla cortada a la mitad, el tomate y la cabeza de ajos entera. Tapamos y dejamos cocer 15 minutos (según la olla que tengáis).
Pasado el tiempo destapamos y colamos el caldo. Reservamos las manitas.
En la misma olla ponemos aceite y sofreímos los dientes de ajo y la cebolla muy  picados.
Cuando comiencen a dorar añadimos el chorizo cortado a rodajas y el pimentón.
Removemos rapidamente e incorporamos las manitas y la guindilla. Las cubrimos con el caldo, echamos el comino y la sal.
Tapamos y dejamos cocinar 20 minutos más. Cuando volvamos a abrir la olla dejaremos cocer a temperatura suave hasta que la salsa quede ligada y las manitas totalmente tiernas.
Finalmente, espolvoreamos con perejil picado.
¡Buen Provecho!
 
                          MANITAS 1

viernes, 17 de febrero de 2017

Cuentos Prohibidos: IV - El Caballero y la Peste


En el año de Nuestro Señor 1350, mientras la Peste se extendía por toda Europa, el caballero montado en su caballo cabalgaba sin un destino fijo.
El caballero era de rostro alargado y flaco, como si hubiera sido perfilado a cincel, quizá debido a las penurias que había debido padecer.

Bajo el áspero y largo pelo rubio, ahora sucio, brillaban unos azules ojos, fríos y casi inexpresivos.
Era un individuo muy alto y de aspecto inquietante, quizás debido al escudo que colgaba de su cabalgadura y a la descomunal espada que portaba.
Bertrán de Guifford, este era su nombre, era un caballero normando venido a menos, convertido en un mercenario vendido al mejor postor y siempre dispuesto a participar con su espada en las pequeñas guerras vecinales.
Bertrán de Guifford huía ahora de la peste, pero ansiaba encontrar un pueblo con una posada donde poder darse un baño, comer algo y dormir bajo un techo sobre un jergón de paja y un establo donde descansar su caballo.
Anochecía cuando llegó hasta una pequeña ciudad. A la entrada de este se detuvo, se apeó del caballo e hincando la rodilla en el suelo, se persignó varias veces, mientras daba gracias a Dios por haber llegado hasta allí sano y salvo.
Lo primero con lo que se encontró al adentrarse en la ciudad fue con los judíos vestidos con sus lujosos ropajes subidos en sus carros y a pie, abandonando la judería.
Como sucedía en la mayoría de los lugares por los que había pasado, sus habitantes estaban convencidos de que la peste había sido enviada como castigo divino y hacían culpables de ello a los judíos.
Las gentes habían olvidado los mandatos de la Iglesia y los había permitido establecerse, les había dejado abrir sus talleres y tiendas, habían comerciado con ellos e incluso hubo quien hechizado por su belleza había renunciado a su religión para contraer matrimonio con alguna judía.
Los ciudadanos abandonaban sus casas recogiendo sus prendas de más valor, los víveres y las escasas monedas acumuladas durante toda un vida de sacrificio.
Tras de ellos, llegaban los alguaciles y prendían fuego al lugar. Las llamas rompían la noche y el fuego purificador arrasaba los hogares en un intento desesperado para evitar se extendiera la enfermedad.
Al entrar en la ciudad, tuvo suerte de encontrarse en las primeras casas con una modesta posada y decidió no ir más adelante.
La posada estaba ocupada por algunos parroquianos ahogando sus penas en vino barato incapaces de volver a sus casas pensando quizás en hallar más seguridad contra la peste entre aquellas cuatro paredes de piedra que en su propia vivienda.
Poco le podía a ofrecer al caballero a esas horas el posadero, más pendiente de cerrar el negocio que otra cosa.
Más la frugal cena a base de un poco de pollo, queso rancio y pan reseco fue suficiente para el caballero, que luego pudo bañarse y meterse entre raídas mantas llenas de chinches en el camastro de una habitación, tras dejar su montura acomodada en un establo vecino.
Empezaba a despuntar el amanecer, era el momento de su partida.
Con el sol levantándose sobre el horizonte, el caballero sintió la alegría de amanecer sin bubas, que el tiempo se renovaba, esperando que desaparecieran  las muertes y los entierros, que quedaran atrás también los momentos de angustia, la espera y el cuándo llegará mí hora, las precauciones para no estar cerca de un infectado, los miedos perpetuos a cualquier posible síntoma de contagio, de un dolor, de una tos.
Su universo conocido se derrumbaba, aquellas personas a las que había querido, las amas que le habían arropado, los maestros que le habían enseñado, las mujeres a las que había amado, sus amigos, los compañeros de armas con los que habías peleado en decenas de lides y batallas y que pudieron sobrevivir a su lado a afiladas espadas y a flechas emponzoñadas, se los llevaba la peste de un día para otro.
La luz despertó sobre la ciudad como una señal de los cielos, como un nuevo pacto.
Gran parte de la ciudad ardió durante toda la noche, con un fuego purificador, y ahora una la larga fila de sus habitantes, ricos y pobres, a pie o a caballo, llevando carros con todos sus bienes y enseres, abandonaban sus casas.
Daban por supuesto que allí se quedaba la enfermedad y que estarían a salvo de la epidemia, que simplemente con dejar pasar el tiempo el mal iba a cesar.
El caballero les seguía a poca distancia dejando atrás aquella tierra infectada.
Horas mas tarde en un claro junto a un bosque se detuvieron y cada cual se ocupó de encontrar el mejor rincón en el que acomodarse.
Cerca del ángelus dirigidos por frailes y curas comenzaron los rezos y las acciones de gracias.
Más tarde alguien propuso la idea de organizar una fiesta, con el pretexto de que existía la posibilidad de un futuro para ellos.
Al caer la tarde, la música dio comienzo. Las botellas de alcohol visitaron muchos labios y se asaron grandes tajadas de carne.

Entre risas y presas de una embriaguez colectiva, las mujeres más jóvenes se despojaron de sus vestidos, bailando desnudas alrededor de las hogueras.
Bertrán de Guifford, observó, con mirada desaprobadora, apenas habían pasado unas horas y ya hasta incluso algunos de los sacerdotes acompañados por mujeres se ocultaban entre las sombras inaccesibles a las miradas del resto de los ciudadanos.

Poco tiempo después, machos y hembras se lanzaron a una desenfrenada copula, sin distinción de sexo, edad o condición social.
El alcohol trajo el sopor y la modorra, venciendo los agotados cuerpos que cayeron sumidos en un profundo sueño.
Solo el caballero permaneció vigilante y un tiempo después se levantó y comenzó recoger sus cosas y a ensillar su caballo.
Aún era de noche cuando abandonó el lugar. Se dio la vuelta y lanzó una mirada atrás a las ahora lejanas hogueras.
— ¡Estúpidos!, no sabéis lo que hacéis, quiso avisarles, pero la distancia se tragó sus palabras.
Una brisa alegre comenzó a levantarse, mientras el caballero se alejaba de los cuerpos dormidos.
Y el sueño fue la puerta, sutil, que alguien dejó abierta para que se colara por ella quien no estaba invitado.
¡Pom, pom,pom!, llamó la parca golpeando la puerta del sueño con sus nudillos de hueso hasta que esta cedió, permitiéndole el paso, sin que nadie se diera cuenta y pudiera evitarlo.
Tal vez fueron las pulgas de las ratas su instrumento, o algo maligno trajo el aire, quizás la ropa guardaba humores que permitieron extenderse la plaga.

Tal vez el panadero estaba enfermo y repartió el pan que fue llevando la peste de boca en boca entre los amantes.
¡Pom, pom,pom!, nadie escuchó el sonido de las falanges descarnadas de la muerte golpeando contra la puerta del sueño, de haberlo escuchado hubieran corrido el cerrojo o tapado su cabeza con la manta, esperando que pasara de largo.
Se escucharon gritos en el campamento, despertando a las gentes dormidas, se oyeron las primeras voces de hombres y mujeres aún presos de la borrachera.
¡Pom, pom,pom!, escucharon internamente en su cabeza, mientras despertaban de su sueño, como la parca golpeaba la gran aldaba de bronce de la puerta, mientras les llamaba por su nombre, congelándoseles la sangre en las venas.
Un hombre más decidido que los demás tomó una antorcha y con ella fue rompiendo las sombras, recorriendo el campamento y observando a sus vecinos, algunos de ellos presentando señales inconfundibles, bubas, y vómito negro.
A su lado alguien se agarró las tripas en una convulsión repentina, tenía la enfermedad dentro.
La Peste Negra estaba entre ellos.
¡Pom, pom,pom!, golpeaba la puerta, la muerte con sus falanges huesudas y descarnadas.
¡Pom, pom,pom!, no hace falta que vengáis a abrir, ya estoy dentro...

Recetas Tradicionales: Castilla - La Mancha II

                    
                                                               ATASCABURRAS

Este plato es típico de la provincia de Albacete. Según cuentan, el plato se originó cuando dos pastores se quedaron aislados tras una nevada, y sin otra posibilidad que añadir a un cocido nada más que unas patatas y unas espinas de bacalao.
Al ver que no era consistente vertieron el aceite de oliva y lo machacaron fuertemente para evitar las durezas de las espinas del bacalao.
Tras comerlo dijeron a la comunidad que es una comida que "harta hasta las burras" y se dice que de ahí le viene el nombre.

Ingredientes para 4 personas:
2 patatas
200 gramos de bacalao salado
2 dientes ajo
2 huevos
125 ml de Aceite de Oliva Virgen
50 gramos de nueces peladas
 
Preparación:
Por un lado, cocemos las patatas con el bacalao y por otro los huevos. Cuando esté todo cocido reservamos (unos 30 minutos las patatas y unos 12-15 los huevos).
En un mortero ponemos las patatas cocidas y las machacamos hasta obtener un puré añadiendo
poco a poco el aceite y el ajo majado.
Cuando esté todo bien integrado añadimos el bacalao desmigado y desespinado y mezclamos. Picamos los huevos y las nueces.Servimos el atascaburras en una fuente y decoramos con unas
migas de bacalao, los huevos y las nueces picadas, un poco de perejil y listo. ¡Buen Provecho!
 
                                                      

Recetas Tradicionales: Castilla- La Mancha I

                        
DUELOS Y QUEBRANTOS
 
Ingredientes para 4 personas:
Dos sesadas
Cuatro chorizos
150 gramos de panceta
100 gramos de jamón
Un manojo de ajos tiernos
6 huevos
Sal
Un chorrito de vinagre
Preparación:
Para empezar, cortar y lavar bien los ajos tiernos. Dejarlos un ratito a remojo.
Cortamos la panceta a tacos pequeños, tres chorizos curados a rodajas y otro chorizo más
tierno lo abrimos y sacamos toda la carne. El jamón se va cortando en tiras no muy finas, y
también  un poco cortado en taquitos muy pequeños.
Las sesadas las tienes un rato a remojo en agua para ir quitándole la sangre y la telilla que los
cubre. Luego se ponen a hervir durante dos o tres minutos en agua con un  poco de sal y vinagre
(si se quiere también se le puede añadir una hoja de laurel y unos granos de pimienta).
En definitiva, se blanquean y se reservan.
Se pone en una sartén el chorizo y la panceta, sin añadir nada de aceite.
Una vez bien sofritos, lo retiramos dejando en la sartén el aceite que han soltado y sin dejar que
se enfríe sofreímos los ajos tiernos, escurriéndolos bien para que no salte mucho el aceite.
Para freír los ajetes, no es necesario fuego fuerte, al contrario, más bien despacito y dejarlos pochar hasta que se pongan tiernos. Entonces incorporamos el jamón que habíamos picado finito y el otro en tiras. Les damos apenas una vuelta y añadimos la panceta y el chorizo.
Mezclamos todo bien sin dejar de remover y subimos un poquito el fuego. Echaremos los huevos y un poco de sal. Para el revuelto puedes echar los huevos enteros y darles vueltas en la sartén, o si queréis podéis batir los huevos como para tortilla y echarlos.
Cuando hemos dado la primera vuelta al huevo, echo las sesadas que teníamos ya blanqueadas y que previamente hemos cortado un poco y removemos mientras cuaja el huevo ya con la sartén apagada.
Lo de la casquería tampoco es obligatorio, lo mismo que los ajos tiernos, la receta original lleva chorizo y huevo. ¡Buen Provecho                         
                            

sábado, 11 de febrero de 2017

La Tapa del Domingo: XII - Mejillones en Salsa Verde

Mejillones en Salsa Verde
 
 
 
- Fácil
- 20 minutos
- Para 6 personas
 
Ingredientes:
. 3  Kilos de Mejillones
. 2 Dientes de Ajo
. 4 Cucharadas Perejil Picado
. Aceite de Oliva
. 1 Vaso de Vino Blanco
. 1 Cucharada de Harina

Preparación:
Primero hay que limpiar los mejillones y procurar que no tengan ninguna adherencia. Los colocas en una cacerola con el vino blanco y llevas al fuego revolviendo bien hasta que se abren. Los escurres y desechas las valvas que no se hayan abierto.
A las que sí se han abierto les quitas las valvas que no contienen el molusco.
Filtras el agua de cocción por un colador tapizado con un lienzo, de esta forma decantas toda la arena. En una sartén honda calientas el aceite, doras el ajo picado y añades el perejil, el agua de los mejillones y la harina, Revuelves y cocinas hasta que tome la consistencia de una salsa liviana. Le agregas los mejillones y los mueves en la salsa para que tomen temperatura.
¡Buen Provecho!

                               


 

domingo, 5 de febrero de 2017

La Tapa del Domingo: XI - Patatas Bravas

Patatas Bravas


Las patatas bravas son uno de los más clásicos aperitivos, que podemos encontrar en los bares
de toda España. Hay muchas recetas de patatas bravas, que varían fundamentalmente en los ingredientes utilizados. La salsa auténtica de las bravas según dicen, no es una salsa picante de tomate sino una salsa hecha sin tomate. Aquí tenéis dos recetas, probadla la que queráis.

                                                                      Receta 1
En esta receta, lo fundamental es la salsa, con la que cubriremos parcialmente las patatas fritas.
La salsa es con un picante agradable y sabroso, que podéis aumentar o disminuir a vuestro gusto añadiendo más pimentón picante o una guindilla de cayena si queréis que vuestras bravas sean más potentes.

Ingredientes para 3 personas

  • 3 patatas medianas, 3 cucharadas soperas de salsa brava, aceite de oliva virgen extra, sal y un poco de perejil para decorar
  • Para la salsa brava: 1/2 cebolla, 1/2 cucharada sopera de pimentón dulce, una cucharada sopera de pimentón picante, 2 cucharadas soperas de harina y 500 ml de caldo de pollo

Tiempo de elaboración | 40 minutos
Dificultad | Fácil            

La receta

Para hacer la salsa, comenzamos picando la cebolla muy fina y pochándola en una sartén amplia con 4 cucharadas de aceite de oliva. Dejamos que la cebolla se vaya haciendo a fuego muy lento y antes de que tome color, añadimos el pimentón dulce y el pimentón picante, mezclando bien con la cuchara.
Incorporamos la harina, la cocinamos un minuto o dos y cuando se ligue con el aceite añadimos el caldo de pollo poco a poco como cuando se hace una especie de bechamel en la que en lugar de leche se utiliza caldo. Cocinamos durante diez minutos para que el pimentón y la harina no queden crudos. Finalmente, trituramos la salsa con una batidora y la pasamos por un colador fino para que quede perfecta.
Para preparar las patatas, las pelamos bien y las cortamos en trozos irregulares que puedan caber en la boca de un solo bocado. Ponemos a calentar el aceite de oliva y las freímos a fuego medio hasta que comiencen a dorarse. Hay quien las prefiere cocer dos o tres minutos antes de freírlas pero no es necesario.
Escurrimos bien las patatas dejándolas sobre un papel absorbente de cocina y las cubrimos sin excedernos con 3 cucharadas soperas de salsa brava, dejándolas sin cubrir del todo.
Las espolvoreamos con una pizca de perejil picado y las servimos muy calientes, poniendo más salsa brava aparte para quien se la quiera añadir.
                              
                                               
 
 Receta 2
- Fácil
- 25 minutos
- Para 4 personas

Ingredientes para Patatas bravas

  • 6 patatas de freír grandes
  • Aceite de oliva virgen extra (el necesario para confitar y luego freír las patatas)
  • Para la salsa picante (brava): 1 cebolla grande
  • 2 dientes de ajo
  • 50 ml de aceite de oliva virgen extra
  • 1 cucharada de pimentón de la Vera picante
  • 2 pimientas de cayena
  • 1 bote de tomate natural entero (400 g.)
  • 1 cucharadita de azúcar (para reducir la acidez del tomate)
  • Una pizca de azafrán
  • 1 cucharadita de colorante alimentario
  • 1 cucharadita de sal
  • Un chorro de vinagre de Jerez
Preparación:
  1. Pelamos las patatas, las lavamos, escurrimos y secamos bien con papel. Las cortamos de forma tosca, en cubos del tamaño de un bocado, aproximadamente en dados de unos 6 cm de grosor.
  2.  Ponemos una cazo grande y vertemos con abundante aceite de oliva virgen extra, más o menos por encima de la mitad de la capacidad del cazo. Añadimos las patatas en el aceite en frío y dejamos que se caliente a temperatura media, bajamos el fuego al mínimo y las vamos a confitar en el aceite muy lentamente durante 15 minutos. Cuando ya estén tiernas las sacamos del cazo con un escurridor y las metemos en la nevera para que se enfríen rápidamente.
  3. Mientras tenemos las patatas en la nevera vamos con la salsa. Cortamos una cebolla en cuadraditos muy pequeños, y la echamos en una cazuela con un chorrito de aceite de oliva. Picamos finamente los dientes de ajo y sofreímos con la cebolla a temperatura media hasta que esté transparente, añadimos las cayenas y removemos bien.
  4. Retiramos el cazo del fuego y echamos una cucharada generosa de pimentón de la Vera picante y el azafrán, removemos para que se mezcle bien con el resto de los ingredientes, siempre fuera del fuego para que no se nos queme el pimentón.
  5. Vertemos el contenido de los tomates naturales tipo pera pelados y todo el agua que trae el bote, rompemos el tomate con una cuchara o una espátula hasta que esté deshecho y echamos una cucharadita de azúcar para corregir la acidez del tomate y sal al gusto.
  6. Ponemos al fuego de nuevo a temperatura media y lo cocinamos durante 5 minutos, sin dejar de remover.
  7. Añadimos el colorante y cocinamos otros 10 minutos más. Al final de la cocción echamos una chorro de vinagre de Jerez y removemos todo. Yo retiro las pimientas de cayena antes de pasarlo todo por la batidora, pero eso es opcional y depende de lo que te guste el picante. Apartamos del fuego y trituramos con una batidora eléctrica. Reservamos.
  8. Sacamos de la nevera las patatas y colocamos una sartén con abundante aceite de oliva virgen extra al fuego, cuando el aceite esté muy caliente echamos las patatas y freímos unos 10 minutos o hasta que estén doradas. Nos quedarán doradas y crujientes por fuera y blandas y tiernas por dentro.
  9. Las sacamos de la sartén y las ponemos en un plato con papel absorbente para quitarles el exceso de aceite. Las ponemos en un plato bonito y las regamos con la salsa brava.
  10. A alguna gente le gusta más espesa. El espesor que queremos que tenga la salsa se lo damos con un vaso de líquido (normalmente un caldo de ave) y un poco de harina hasta que tome la consistencia deseada. Si queréis que quede más espesa, diluimos una cucharada de harina de maíz en un vaso de caldo caliente y echamos a la salsa cuando tiene que cocer durante 10 minutos, vamos aumentando de caldo si queda muy espesa.
                       
 
 ¡ QUE APROVECHE!
 
 

sábado, 4 de febrero de 2017

Cuentos Prohibidos: III - Bares, qué lugares

Proseguimos con nuestro repaso con otro de los relatos que forman parte de
"Asylum y otros Cuentos Prohibidos".
Esta vez es con el titulado, "Bares, qué Lugares". Espero que os guste.
                                                
 
Bares, qué lugares
Tan gratos para conversar
No hay como el calor del amor en un bar
(Estrofa de la canción, "Al calor del amor en un bar", del grupo español Gabinete Caligari)

Amanece en la ciudad y con los primeros rayos de sol van desapareciendo las sombras de la
noche, difuminando las tonalidades grises que cubren los edificios de aquel barrio del extrarradio.
Detenido frente a un bar un vehículo policial lanza sus destellantes luces, mientras en el interior
del "zeta" dos policías de uniforme se resguardan del frío de este día de Noviembre.
En el interior del local aún cerrado y con la persiana metálica a medio subir, el dueño del bar,
tras la barra, conversa con otro hombre que le mira con curiosidad.
El dueño se da la vuelta, coge del estante una botella de coñac y llena dos copas
generosamente, y acercando una a la persona que tiene enfrente.
Así es señor inspector, esto ya no es lo que era, antes de la llegada de la maldita crisis, ¡habría tenido usted que ver como estaba el bar! Era cuando mi mujer aún estaba en la cocina haciendo
toda clase de tortillas para los almuerzos, que por cierto tenía unas manos...
El otro hombre asiente silenciosamente, mete una mano en el bolsillo de su gabardina y
enciende un cigarrillo, mientras se pregunta porque le habrá llamado.
A la hora de la comida servíamos un menú del día y las mesas se llenaban con los trabajadores de los talleres de alrededor. Con la crisis los talleres cerraron y ahora ya no entra casi nadie...
El dueño del bar apura de un trago su copa, volviéndosela a llenar.
Ahora el bar apenas me da lo justo para vivir y pasarle la pensión a mi mujer y mi hijo. Porque me separé, señor inspector, ¿sabe usted? Por eso mantengo el bar abierto casi todo el día, en vez de haber cerrado hace tiempo. Por la mañana abre Raluca, la empleada que tengo contratada. Es una buena mujer que lo que gana lo manda a su país. Es rumana, ¿sabe? No es que yo tenga nada contra los rumanos, todo lo contrario. No soy racista, siempre que uno venga a este país a trabajar. No como los moros, ¡esos si que vienen a comer de la sopa boba! Se pasan el día sin hacer nada, tomando el sol en las plazas. Eso, si no venden droga a la salida de los colegios. ¿Eh, señor inspector? Les damos la sanidad, la educación, la vivienda, el comedor de la escuela, vales de comida, todo gratis...
El inspector le mira con ojos penetrantes y asiente mientras lanza las volutas de humo de su
cigarrillo al rostro del dueño del bar.
¿Y que me dice usted de ellas? Tan tapadas que vete a saber lo que pueden llevar escondido debajo de sus ropas, vienen aquí a criar como conejas, con dos o tres críos pequeños cada una, van en grupo todas con sus carros de bebé a comprar a Mercadona. Y mientras el españolito de pie, sentado en un cartón a la puerta del supermercado pidiendo para comer o durmiendo en la calle por que el banco le ha quitado el piso, después de estar trabajando toda su vida. Déjeme que le diga una cosa, señor inspector, no es que yo sea facha, pero si uno que yo se saliera de la tumba...
Rafa, al grano, le interrumpe su interlocutor, dejando su copa vacía sobre el mostrador.
Se la vuelvo a llenar ¿Eh, señor inspector?
El dueño del bar no espera la respuesta, se da la vuelta , vuelve a coger la botella y llena las dos
copas hasta el borde.
Como le decía señor inspector, yo llego al bar poco antes de mediodía, para ayudar a Raluca si
hay alguna mesa para comer. Luego se va ella y me quedo hasta cerrar de una a dos de la
madrugada. Aquí al lado habrá visto que hay un "descampao" donde aparcan camiones y a

veces se acercan los camioneros a cenar un bocadillo o tomarse un "cortao". La primera vez que entró en el bar ya me fijé en ella. Treinta y pocos, pelo negro hasta la cintura, ojos negros, los labios muy rojos, aunque la cara algo pálida, como si no le diera el sol.
Rafa, deja de hablar por un momento para coger unos vasos de cristal y comienza a limpiarlos
con un trapo aún más sucio que los propios vasos, mientras mira fijamente al inspector.
Aquella minifalda de color rojo, las botas negras de tacón alto, el suéter escotado en forma de
pico que permitían ver el comienzo de sus pechos... Desde el primer momento tuve claro que era
una prostituta en busca de clientes. Ya sabe usted señor inspector, como somos los hombres para eso, lo olemos enseguida. No es que yo lo critique, al fin y al cabo yo mismo con la Raluca he tenido lo mío, la soledad es muy mala señor inspector y cuando las ganas de joder aprietan... pues eso.
El inspector que juguetea con el mechero se detiene por un minuto, interesado en saber a donde
le va a llevar la narración del dueño del local.
Las noches que venía se acercaba hasta la barra y pedía un vaso de vodka con tres cubitos de hielo, así a palo seco. Siempre la invitaba algún camionero o un parroquiano de esos noctámbulos que estarían aquí toda la noche si no cerraras. Algunas de esas veces se iba al exterior del brazo de alguno de ellos, supongo que irían hasta el camión a echar un polvo. Me enamoré de ella, señor inspector, hasta llegué a ofrecerle, aprovechando una noche que el local estaba vacío, trabajo de camarera en el bar, cuanta verdad cuando dicen que tiran más dos tetas que dos carretas.
Pero con una sonrisa rechazó el trabajo. En fin, la que es puta, es puta...

El inspector, que suele ir al local alguna vez y conoce a Rafa de hace tiempo, vuelve a encender otro cigarrillo, esperando, curioso, conocer la razón por la que le ha llamado.
Fue entonces cuando algunos clientes comenzaron a hablar de las desapariciones misteriosas de camioneros y de otras personas. Aunque recibo la prensa local en el bar diariamente, es para los clientes, yo no soy mucho de leer, y apenas suelo ojear las paginas de deportes. Los desaparecidos eran encontrados convertidos en cadáveres que habían perdido toda su sangre y aunque aparecían a la otra punta de la ciudad, por las fotos que salían en los periódicos reconocí en ellas a varios de los camioneros y clientes del bar. Todos ellos, según la autopsia, como ya sabe usted, habían muerto desangrados y mantenido relaciones sexuales antes de morir.
El inspector observa al dueño del local visiblemente nervioso y le alarga el paquete de cigarrillos
y el encendedor.
Con mano temblorosa Rafa se enciende el cigarrillo antes de proseguir con su relato.
Entonces lo comprendí todo, señor inspector, aquella mujer era un vampiro. Pero...le digo una cosa, no me hubiera importado que ella me hubiera mordido solo por estar por única una vez en sus brazos. Me habría dado igual dejar atrás esta vida de mierda. Luego reflexioné y aunque no soy muy religioso, me acerqué hasta la iglesia que hay ahí detrás pasando el descampado, la del Padre Tomás, y le pedí su ayuda...
Rafa llena las dos copas de nuevo, bebiéndose la suya de un trago antes de proseguir.
No volvió hasta ayer por la noche, estaba a punto de cerrar el bar ya que no había ningún cliente. Cuando vio el local vacío hizo una mueca de disgusto y se disponía a irse cuando la llamé, invitándola a una copa.
Aceptó y le puse su vaso de vodka con hielo. Había dado unos tragos a su copa, cuando un grito inhumano salió de su garganta, sufrió unas convulsiones, y su cuerpo se deshizo, primero la carne hasta convertirse en huesos y luego quedarse solo en ceniza, es ese montón que ve ahí junto a la ropa que llevaba, señor inspector.
Gracias al Padre Tomás, que me dio agua bendita y que yo utilicé para hacer en el congelador los cubitos de hielo que puse a la vampira en su copa. Soy un buen ciudadano, señor inspector, y no podía permitir que un vampiro fuera llenando el cementerio con los pocos clientes que me quedan. Y ahora puede detenerme y llevarme a comisaria.

El inspector, lanza un vistazo a su reloj de pulsera, se levanta del taburete y echa la ceniza de su
cigarrillo sobre los restos cenicientos de la que había sido una mujer vampiro, y mira fijamente a
la cara del dueño del bar, diciéndole:
Si no hay cadáver, no hay crimen, Rafa. Me voy que se me ha hecho tarde. Ah, y un consejo antes de abrir el bar, deposita esa ropa en un contenedor y barre todo ese montón de ceniza que hay ahí acumulado, da mala impresión

Cocinando...por Huevos: II - Huevos Rotos con Gambas y Gulas y Otros

 
 
Ya sabemos como preparar los huevos rotos, ahora aprenderemos a hacer algunas de sus sabrosas variantes. Pero hay muchas más, con chorizo, con setas etc.
 
Huevos Rotos con Gambas y Gulas
 
Ingredientes:- Patatas
- Huevos
- Ajo en láminas
- Gambas
- Gulas
- 1 guindilla
- Sal y pimienta
- Aceite de oliva
Preparación:
Cortamos las patatas a rodajas, las freímos hasta que estén tiernas. Primero a temperatura media y, casi al final, subimos la temperatura para que se doren. Las escurrimos y las reservamos.
En una sartén con aceite de oliva, sofreímos los ajos, le añadimos las gambas peladas y las gulas. Rehogamos unos segundos. Mezclamos con las patatas, ponemos la guindilla y salpimentamos.
Freímos los huevos dejando la yema en su punto. Los partimos con un tenedor y los mezclamos con las patatas.

HUEVOS ROTOS 2 

Huevos Rotos con Chistorra
 
4 PERSONAS  -  TIEMPO DE PREPARACIÓN: 30 MINUTOS

Ingredientes:
- 4 Patatas grandes
- 1 Cebolla
- 4 Huevos (Usaremos 3 enteros y 1 yema)
- 200 Gr de Chistorra
- Sal
- Aceite de Oliva 
- Miel
Preparación:
Pelamos las patatas, las lavamos bien en agua fría, y las cortamos en tiras. Cortamos la cebolla en juliana y la reservamos en un plato.  Ponemos aceite en la sartén y freímos las patatas a fuego medio sin que se lleguen a dorar, las reservamos sobre papel de cocina y añadimos sal. Este es el truco de los huevos rotos, las patatas tienen que estar hechas, pero blanditas para poder comerlas con el pan.
En una sartén ponemos un chorrito de aceite de oliva, añadimos la cebolla y un puñadito de sal. Cuando se empiece a dorar le ponemos una cucharada de miel y mezclamos bien durante 10 minutos, hasta que la cebolla esté caramelizada. Cuando la cebolla está hecha, añadimos a la sartén las patatas que ya estarán escurridas y lo mezclamos todo.
Ponemos en un bol una yema de huevo cruda, hacemos los huevos fritos, y los vamos echando en este bol. Con ayuda de un cuchillo y tenedor vamos cortando los huevos y el propio calor de los huevos fritos hará que la yema cruda se haga, consiguiendo una textura especial.
Disponemos en un plato la mezcla de patatas y cebolla caramelizada, encima los huevos rotos y lo coronamos con unos trocitos de chistorra pasada por la sartén sin aceite, solo con su propia grasa.

                                  
 
Huevos Rotos con Morcilla de Burgos
 Ingredientes:
-  1 kg. de Patatas
- 300 gr. de Morcilla de Burgos (Arroz)
- 6-8 Huevos
- 1 Pimiento Verde
- Sal
- Aceite.
Preparación: 
Empezaremos por freír las patatas cortadas a tiras o en láminas. Las hemos frito en dos tandas, reservándolas en un recipiente con rejilla para que escurra el aceite absorbido. En la segunda tanda, hemos frito también el pimiento verde troceado.
Mientras, en otra sartén y con un poco de aceite, podemos ir salteando la morcilla. La hemos cortado en rodajas más o menos finas y ya en la sartén vamos removiendo y deshaciendo.
Dejamos enfriar un poco el aceite donde hemos hecho las patatas y entonces freímos  los huevos a baja temperatura intentando no cuajar la yema. Para emplatar, colocamos una base de patatas. Sobre ellas, repartimos la morcilla y unos trozos de pimiento y por último colocamos los huevos que podemos dejar enteros para que cada uno los rompa a su gusto.
 
                                 Huevos rotos con morcilla de Burgos
                                 
 ¡Buen Provecho!