domingo, 27 de noviembre de 2016

La Tapa del Domingo: I - Tosta de Gulas, Pulpo y Langostinos

Inauguramos sección en el apartado gastronómico. La Tapa del Domingo. No trabajamos, por lo que el domingo es un día perfecto, para compartir una tapa con familiares o amigos.
Aquí tenemos la primera.

 

Tosta de Gulas, Pulpo y Langostinos


  • 4/5 personas
  • Preparación Media
  • Tiempo de preparación: 25 minutos

Ingredientes

  • 3 cebollas grandes
  • Sal y pimienta
  • 200 g de Gulas al ajillo
  • 1 pizca de cayena y aceite de oliva virgen extra
  • 1 cucharada de miel
  • 5 panecillos alargados o 2 chapatas
  • 180 g de colas de langostino
  • 150 g de pulpo troceado
  • 20 g de mantequilla
  • 10 ml de vinagre balsámico de Módena
  • 150 g de setas variadas
  • 1 chorrito de Brandy
  • 2 tomates
  • 5 dientes de ajo

Preparación de las tostas

  1. Lo primero que hay que hacer es el pulpo, tenemos 2 opciones: o bien compramos pulpo y lo preparamos como Pulpo a Feíra o si tenéis poco tiempo podéis comprar un envase de pulpo cocido. En este caso yo me he decidido por un envase con patas de pulpo cocido para poder cortarlo a mi gusto.
  2. Cortamos las patas del pulpo en trozos de 1 cm de grosor con una tijera de cocina. Reservamos.
  3. Lavamos los tomates y cortamos en finas lonchas. Reservamos en un plato.
  4. Preparamos la cebolla ligeramente caramelizada con un poco de miel. Tenemos que pelarlas y cortarlas en rodajas muy finas. En una cazuela añadimos un poco de aceite de oliva y siempre a fuego bajo introducimos toda la cebolla. Cuando veamos que empieza a soltar agua subimos un poco la temperatura para que se dore. Bajamos el fuego y salpimentamos, removemos con una cuchara de madera durante unos 5 minutos y añadimos 1 cucharada grande de miel. Removemos para que se caramelice y cuando veamos que la miel se está pegando a la cebolla retiramos a un plato.
  5. Nuestro siguiente paso son las gulas y los langostinos. Picamos los dientes de ajo en trozos muy pequeños. Añadimos un buen aceite a la cazuela y sofreímos el ajo a fuego lento durante 1 minuto. Introducimos las gulas y los langostinos a la cazuela.  Removemos todo con suavidad para mezclar los sabores durante unos 2 minutos, añadimos una pizca de cayena molida para darle el gusto picantón al plato. Echamos sal y pimienta.
  6. Lavamos bien las setas y en la misma cazuela donde hemos hecho la cebolla y las gulas añadimos un poco de aceite de oliva. Salteamos las setas hasta que ya no suelten agua y añadimos un poco de sal. Removemos y echamos un chorrito de brandy. Dejamos que reduzca y colamos.
  7. En la cazuela de las setas añadimos el pulpo y las gulas con los langostinos. Reservamos para el montaje final.
  8. Ahora que ya tenemos todos los ingredientes de la tosta preparados y listos para montar vamos a por el pan.
  9. Abrimos los panecillos tipo chapata por el medio, untamos con un poco de mantequilla y tostamos ligeramente en la sartén. Al mismo tiempo vamos calentando todos los ingredientes en el micro para que salga la tosta bien caliente. Colocamos sobre el pan una loncha de tomate, luego la cebolla y por último el revuelto de las gulas, pulpo, langostinos y setas.
  10. Presentamos estas tostas en un bonito plato y adornamos con un ligero toque de un buen aceite de oliva y vinagre balsámico de Módena.

Estas tostas se han de servir inmediatamente y bien calientes, esto último es importante.






















martes, 22 de noviembre de 2016

Almuerzo en Casa Mercedes

Hoy toca almorzar en el restaurante Casa Mercedes, situado en la calle Segorbe de Castellón, aunque sean sus comidas y cenas los que han dado justa fama a este local.
Regentado por el simpático y atento matrimonio formado por Susana y Jesús, el prestigio del local se apoya en la frescura de sus productos especialmente todo tipo de carnes, pescados y mariscos.
Si nos decidimos por acudir a este local, mientras abrimos boca con unas rebanadas de pan de hogaza a la brasa con tomate y ajoaceite, Susana nos sugerirá y tomará nota de los platos que conformarán sin ninguna duda una magnifica comida o cena.
Así entre los entrantes podemos hallar: unos Calamares a la Plancha o a la Romana, el Pulpo a la Gallega o a la Brasa, Mejillones al Vapor o con Salsa Verde, las Tellinas, Navajas a la Plancha, Berberechos, Setas, Jamón y Queso.

Entre las carnes encontramos: Chuletón de Buey, la Garreta de Cordero al Horno, el Conejo a la Brasa, las Chuletas de Cordero o de Cabritillo, el Magret de Pato, Codillo de Cerdo al Horno, Secreto Ibérico, un delicioso Entrecotte y Solomillo a la Plancha con Salsa Roquefort o a la Pimienta.

Entre los excelentes pescados y mariscos de la Lonja, siempre frescos, destacan: el Atún Rojo, la Merluza, el Emperador, el Bacalao, la Lubina, el Salmón Fresco al Horno o las Gambas a la Plancha.
En el apartado de postres, todos ellos caseros: Crema Catalana, Nata con Nueces, Fresas con Nata, Flan, el Flan de Café o el de Queso, la Tarta de Tiramisú, la Tarta de Chocolate o la Tarta de Chocolate Blanco.

Todo ello regado por unos excelentes vinos y finalizado con unos cafés y licores, completaran una excelente comida que estoy seguro cumplirán con creces todas tus expectativas.


Hace unos años que el matrimonio habilitó un almacén contiguo para convertirlo en bocallidería para cenar los fines de semana.

Allí además de todo tipo de tapas para acompañar como puede ser una ración de Pulpo a la Brasa o unos Calamares, podrás tomar bocadillos, como: Lomo con Ajoaceite, Beicon y Queso, Jamón y Queso, o cualquier tipo de embutido a la brasa: Morcilla, Longanizas, Chorizo o de Panceta acompañada de Pimiento frito.
Otras excelentes elecciones pueden ser: la Tostada de Jamón a la plancha, la "Torraeta" de Anchoas o de Sobrasada, Sepia en Salsa Verde, Calamares o Bacalao "Apañaet".


 Pero hoy hemos venido a almorzar y nos decidimos por medio bocadillo de Calamares caseros con ajoaceite, completando con una cerveza y un café. Así que ....


            ¡¡¡ Buen Provecho!!!















miércoles, 9 de noviembre de 2016

Ruta de la Tapa 2

Una vueltecita por la ciudad y visita a dos establecimientos más de los que participan en la Ruta de la Tapa.
EL TENDIDO. C/.Falcó, 12.
Entrañable lugar en pleno centro de Castellón. Pequeño pero acogedor, donde se respira ambiente taurino en su decoración, solo falta la arena o que te aparezca un toro por la puerta. Oleé.




Sus tapas:
Albóndiga y Albero. Albóndiga de carne de ternera acompañada con crema de verduras del Mercat Central.
Empanada Taurina. Empanada de carne de rabo de toro estofada y trufa de Benassal.




TABERNA EL PORTÓN. C/. Navarra, 4.
Situado el mismo donde se encontraba el antiguo EL PORTÓN, lugar de culto y peregrinación de tantos y tantos castellonenses. Abierto desde hace unos años, nada que ver con el anterior, es un lugar más refinado donde acompañar con un buen Rioja una exquisita tapa.



Sus tapas:
Bocapincho. Pisto de verduritas con jamón de Villahermosa y banderilla de encurtidos.
Albóndigas Portón. Carne de cerdo y ternera con salsa de tomate de penjar de Alcalá en
vinagreta de mostaza y miel y sésamo negro.




domingo, 6 de noviembre de 2016

Cartel Anunciador de las Fiestas

La Fundación Dávalos Fletcher ha acogido el viernes 4, el acto oficial de presentación del cartel que anunciará las Fiestas de la Magdalena del 2017 y que ha estado presidido por las Reinas de las Fiestas, Estefanía Climent y Berta Montañés, junto con sus Damas de la Ciudad, Madrinas y Presidentes de Gaiatas.
Juanvi y Marisol
Además, también han asistido autoridades municipales, la alcaldesa Amparo Marco, el gerente del Patronato Municipal de Fiestas, Vicente Montolio, el presidente de la Junta de Festes, Juanvi Bellido, Na Violant d´Hongria, Marina Redó, y representantes de collas y entes festeros.
Juanvi firmando el cartel
El evento ha estado marcado por un ambiente magdalenero y festivo y es uno de los actos más importantes previos a la Semana Grande.
Los autores del cartel ´Esclat de Festa´, que salió elegido tras una votación popular, son Marisol Barceló y Juan Vicente Fabregat. 
Las Reinas de las Fiestas 2017
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Enhorabuena a ambos y en especial a Juanvi, del que me siento muy orgulloso de contar con su amistad y que además es el creador de la portada y el diseño de Castellón: Holocausto Zombie.
Enhorabuena  una vez más ...

Juanvi y yo con el libro
La Portada y yo

 



martes, 1 de noviembre de 2016

Un Adelanto de ... INFECZIÓN

Tras poner en el blog como adelanto un relato de CUENTOS MALDITOS, no queríamos que fuese menos, así que colocamos también una de las historias que aparecen en INFECZIÓN.
Si tuviste la ocasión de leer o descargarte CASTELLÓN: HOLOCAUSTO ZOMBIE, este libro esta muy relacionado con él sin ser ni una segunda parte o una continuación.
La Gripe que en aquel asistíamos a su expansión por todo el mundo y su llegada a Castellón, en este vemos su aparición en África y lo que acontece ante la aparición de los muertos vivientes, en relatos independientes en ciudades y sitios tan dispares como pueden ser la ciudad de París, un crucero por el mar Mediterráneo, un búnker o una plataforma petrolífera en la Antártida.
                                      
                                                VACACIONES EN BRETAÑA

Emil Bouchard era un hombre inmensamente feliz, después de veinte años de oscuro trabajo en aquella sucursal del Credit Lyonnais de la rue Berthe, cerca de la iglesia del Sacré-Coeur, había ascendido a director de la sucursal.
Con el nombramiento en el bolsillo, volvía a su casa, un apartamento en la rue Condorcet con la felicitación del director general y siete días de permiso como premio de la entidad por su trabajo.
Había telefoneado a su esposa para comunicarle el ascenso, pero no le había dicho nada del permiso. Sería su sorpresa.
Llevaba mucho tiempo preparando aquel viaje, esperando a que se le presentara una oportunidad para realizarlo y ahora tenía la ocasión de hacerlo realidad, aunque era consciente que su esposa y mucho menos sus hijas estarían de acuerdo.
En Agosto las vacaciones las pasarían en España disfrutando del sol y la playa, como todos los años, pero aquellos días de asueto y el aumento de sueldo le iban a permitir pasar unos días de descanso en Bretaña, tal como siempre había deseado.
Tenía ya mirado por Internet las direcciones de campings y lugares a visitar, a la mañana siguiente llevaría la autocaravana al lavadero de coches para limpiarla y a continuación a su taller habitual para que le hicieran una revisión de frenos, dirección, la presión de las ruedas, etc.
Desde las fiestas de Navidad que fueron a Lyon a pasar unos días con sus suegros no la había movido del parking habilitado para estos vehículos y ahora le apetecía volver a rodar con ella por las carreteras dejando atrás por un tiempo aquel París masificado.
Al ir a cruzar el portal del edificio donde vive, encuentra a Monsieur Godard, su vecino del cuarto piso, envuelto en una bata y con una bufanda al cuello, tosiendo continuamente y con mala cara, pese a ser un día primaveral y de agradable temperatura.
Parecía que lo que decía la televisión de la escalada de una gripe a nivel mundial tenía visos de realidad y le reconfortaba aún más el pensar que en dos días se encontrarían lejos de allí.
El primer día de viaje de la familia Bouchard, fue mejor de lo que Emil había pensado, olvidadas las primeras reticencias de su familia, ya habían visitado Rennes y pensaban en los próximos días ir a Saint Malo y a Brest.
Esa mañana mientras desayunaban en una cafetería, había leído con inquietud los titulares de los periódicos “Le Monde“ y “Le Figaro“, hablando sobre la extensión de la gripe en todo el mundo.
Un rictus de preocupación asomó por un instante en su rostro y por un momento valoró la posibilidad de volver a París, finalmente desechó la idea, no conseguiría nada con preocupar a su mujer, además pensaba que las noticias eran más alarmistas de lo que parecían en un primer momento y estaba seguro que no tardaría en aparecer una vacuna.
Emil conducía feliz, en dos o tres horas esperaba aparcar la caravana en un camping, allí Marie, su mujer, haría la cena y mientras él se ocuparía de que sus hijas, Sophie de 12 años y Christine de 9, se asearan y se cambiaran de ropa.
Delante, los vehículos que le precedían se detuvieron y tras él lo hicieron los que iban llegando por detrás. Un accidente en la autovía quizás.
Emil se relajó unos segundos antes de ponerse en marcha zigzagueando y cambiando de carril, la autocaravana esquivaba los obstáculos que suponían los otros coches y condujo con impaciencia para salir del atasco y ganar velocidad.
Poco después tuvo que volver a detenerse pero no por mucho tiempo, unos minutos más tarde las filas de vehículos que ocupaban los carriles de la autovía se volvieron a poner en marcha. Todo pareció volver a la normalidad.
Sin embargo, un instante después, el autobús que iba delante de él, se detuvo bruscamente con un chirriante ruido de frenos.
Emil esperó. Tal vez todavía existía la posibilidad de que sólo fuera otra breve detención.
Entonces el conductor del autocar apagó el motor y toda esperanza se esfumó.
Sin mediar palabra con su mujer, Emil abrió la puerta, bajó de la autocaravana y se detuvo junto a esta.
El conductor del autobús también había descendido de su vehículo junto con algunos de los pasajeros que parecían aceptar la situación resignados. De hecho, se advertía entre ellos como si la improvisada parada les hubiera producido cierta sensación de alivio, como si les hubieran dado la ocasión de relajarse y de bajar a estirar las piernas o pasear. Nadie parecía especialmente disgustado.
Su mujer que se había despertado, se acercó a Emil:
– ¿Qué pasa?, preguntó en un gruñido.
– Nada. Nos hemos detenido. Seguramente habrá habido un accidente o algo así.
– ¿Dónde estamos?, pregunta ella, intentando mirar a la lejanía, a través de la larga fila.
– Ni idea. En mitad de ninguna parte supongo, contesta él, hastiado por la nueva situación que le supone un contratiempo y un retraso en su viaje.
Está cayendo la tarde y la autocaravana permanece incrustada en la larga hilera de vehículos detenidos en mitad de la autovía. Mucha gente ha salido de sus vehículos y algunas personas deambulaban por la carretera para tratar de averiguar qué estaba ocurriendo.
Delante a unos kilómetros se ve un letrero luminoso que anuncia una estación de servicio ESSO, pero la gasolinera está oculta en el fondo de una hondonada que rompe la monotonía del paisaje llano.
Emil tiene ganas de aventurarse por la autovía y echar un vistazo, pero al mismo tiempo no quiere alejarse demasiado de su vehículo, dejando allí a su familia y por si acaso el tráfico se reanuda.
Al ver que se forma un grupo junto al conductor del autobús, se acerca hasta su mujer, que se ha apeado del vehículo y permanece con los brazos en jarras y con la expresión en su cara de estar pensando: “ya sabía yo que este viaje, no era una buena idea“, y le dice:
– Vuelve adentro con las niñas, chériè, voy a echar un vistazo.
Cuando el conductor del autobús que parece ser el más decidido del grupo abandona la autovía y emprende el descenso por el terraplén junto con otros hombres, él sale detrás.
Resulta agradable estar fuera de la autocaravana y respirar aire fresco. La gravilla cruje bajo sus pies y el horizonte es ahora como una cartulina negra que va cubriendo el paisaje.
La gasolinera ESSO aparece ante ellos como una isla de luces fluorescentes. Ven el origen del problema, hay otro autobús detenido más adelante.
Es un autocar de servicio discrecional que ha quedado cruzado en la carretera y bloquea los carriles en ese sentido. No parece dañado por el accidente, pero hay mucha gente tendida en el suelo, rodeada por otro grupo de viajeros que les practican la reanimación cardiopulmonar.
En un escenario sacado del absurdo, hay gente que corre despavorida en todas direcciones, pidiendo ayuda a gritos mientras que otras personas parecen perseguir a los que huyen.
El conductor del autobús y el puñado de hombres que lo acompañaba salieron corriendo hacia allí y se les fueron sumando otros hombres, hasta que formaron un grupo de veinte o treinta personas. Se cruzaron con otro grupo que corría hacia ellos terraplén arriba gritando frenéticamente.
Emil ya había descendido la mitad de la ladera cuando se dio cuenta de que algo estaba mal y se detuvo.
Entretanto, empezaron a llegar a toda velocidad hasta la gasolinera dos vehículos policiales con las estridentes sirenas encendidas, seguidos por un camión militar. Este, pintado de color verde y el toldo con colores de camuflaje, lleno de soldados, se detuvo junto a la gasolinera.
Apenas los militares habían puesto el pie en el suelo, cuando un grupo de personas se abalanzó sobre estos, pese a usar sus armas fueron derribados por aquel numeroso grupo, que parecía comportarse sin razón.
De los dos coches de policía emergieron cuatro agentes, que empezaron a disparar sobre aquellos cuerpos abatiendo algunos de ellos. Más cuerpos se abalanzaron sobre los agentes y estos desaparecieron de la vista cubiertos por aquellos lunáticos.
En ese momento, el grupo del conductor del autobús ya entraba en la zona iluminada por las luces de la gasolinera.
Las oscuras sombras alargadas de algunos de aquellos hombres se estiraban a sus espaldas como si temieran acercarse más, pero otros de ellos con más determinación no vacilaron y siguieron adelante.
Aunque unos metros por detrás, Emil asistía fascinado como un espectador privilegiado a todo lo que se desarrollaba en aquel escenario, para el resto de su grupo era como si desde su posición no pudieran ver con claridad lo que estaba ocurriendo con los policías y los soldados.
Unas siluetas que se agitaban de una manera extraña y moviéndose lentamente surgieron de las sombras, atacando al grupo.
Sorprendidos los voluntarios se convirtieron en las víctimas de aquel ataque atroz e inexplicable. Los hombres eran derribados y acababan besando el suelo antes de que pudieran darse cuenta de lo que se les venía encima.
Si no había sido suficiente con los disparos y gritos, ahora algunas de las personas tendidas en el suelo se levantaban moviéndose extrañamente.
Emil, paralizado, observaba todo aquello sin saber que hacer y aunque no comprendía lo que estaba sucediendo, decidió que ya había visto suficiente, era momento de volver a la autocaravana y escapar de allí.
Dio media vuelta y salió corriendo para salvar su vida.
Respiraba con extrema dificultad cuando llegó al comienzo de la pendiente, las luces de los faros de los coches iluminaban un escenario de pesadilla.
Mientras corría a lo largo de la hilera de vehículos detenidos, contempló varias escenas extrañas de lo que parecía gente peleándose.
Se detuvo por unos instantes para recuperar el resuello y presenció como un hombre se movía gritando enloquecido en el interior de un vehículo, mientras otro subido encima de él parecía morderle.
A su paso un coche salió de la fila, golpeó contra otro y perdió el control precipitándose por el empinado terraplén.
En medio del caos, reinaba el barullo producido por el ruido de las bocinas y de los motores de los coches poniéndose en marcha para escapar del lugar.
La gente abandonaba los vehículos en medio del pánico general, huyendo en todas las direcciones con aquellos seres monstruosos pisándoles los talones.
Emile empezaba a acusar el cansancio y notaba como le faltaba el aire.
Ya llegaba... ya casi estaba... ya veía la autocaravana.
Por fin llegó, la puerta estaba abierta, entró y la cerró a su espalda.
Al estar la luz interior encendida, se dio cuenta que estaba vacía, la autocaravana estaba completamente vacía.
En medio del pasillo con sus hojas desparramadas, el último número de la revista “París Match“, que estaba leyendo su mujer, así como las tazas y los platos con la merienda de las niñas.
En el suelo, en las paredes, manchando el mobiliario, sangre, sangre por todas partes.
– ¡Marie, Sophie, Christine!, gritaba con desesperación a sabiendas que nadie respondería.
Ahora se arrepentía de haberse alejado dejándolas allí solas.
Su voz rebotaba en las paredes y lo único que se oía era el lamento de la radio que emitía
“Ne me quitte pas“, la vieja canción de Jacques Brel.
Ne me quitte pas
il faut oublier
tout peut s´oublier
qui s´enfut déjà
Recorrió la autocaravana de parte a parte, sus peores presagios se cumplían, estaba solo, por unos breves instantes el terror que reinaba en el exterior sonaba apagado y remoto.
Exhausto, se desplomó en el asiento del conductor llorando.
Oublier les temps
des malentendus
et le temps perdu
a savoir comment
Apagó la radio mecánicamente , mientras recuperaba el aliento entre jadeos. Se abrochó
el cinturón de seguridad y le dio a la llave de contacto encendiendo el motor.
Con el sonido del motor diésel en marcha todo volvió a empezar, fue como si hubiera pulsado el botón “Play“ en el mando a distancia y la película se reanudara.
Pudo ver gracias a las luces del vehículo que rompían la noche, como las criaturas que corrían en el exterior se detenían en seco, como aquellas que habían derribado a sus victimas y las estaban devorando se volvían con las bocas abiertas hacía la autocaravana, el sonido volvió y pudo escuchar de nuevo aquella sinfonía de gritos y alaridos de los que intentaban escapar de la muerte.
Con sus andares lentos y constantes, aquellos espectros se encaminaron hacia elvehículo, se pusieron a aporrearlo en los costados y arremolinarse junto a la puerta y frente a la luna delantera.
Fue entonces cuando Emil pudo discernir claramente el contorno de aquellas figuras difusas, ver sus rostros grises y sin vida, sus bocas sangrientas, las heridas en sus cuerpos, las ropas rotas y cubiertas de sangre.
No había esperanza, acababa de ver a la muerte.
La autocaravana arrancó dando un bandazo que aplastó a una decena de aquellas criaturas contra la parte trasera del remolque de un camión y sacudiéndose de encima al resto.
El impacto destrozó la luna delantera, entonces Emil metió la marcha atrás y estampó la autocaravana contra el coche que había detrás para crearse el espacio necesario, maniobrar y hacer un cambio de sentido.
Golpeaba parachoques con parachoques, por delante y por detrás, intentando dar la vuelta. Estremeciéndose con cada golpe, Emil se agarraba fuerte al volante, sabiendo que en ello iba su vida.
Horribles caras se asomaban frente a la parte delantera y le pareció identificar en ellas a algunas de las personas que habían bajado hasta la gasolinera.
Era ahora o nunca. Giró completamente el volante y llevó marcha atrás el vehículo por el borde de la carretera; las ruedas traseras se hundieron en la superficie blanda del terraplén. Entonces giró rápidamente el volante hacia la izquierda y aceleró atropellando a aquella masa de seres.
La autocaravana dio un bandazo y regresó a la calzada, girando con un radio tan estrecho como era físicamente posible, la parte delantera sobresalía del borde opuesto de la carretera.
Intentó hacer una nueva corrección y volvió a dar marcha atrás chocando con otro vehículo. El fuerte impacto le hizo perder por unos instantes el control, lo suficiente para que el vehículo se precipitara cuesta abajo por el largo terraplén, estrellándose.
Emil se deslizó al exterior, saliendo de la autocaravana por el hueco de la luna delantera rota. Se agachó y vomitó hasta las entrañas.
De repente tenía frío y se sentía indefenso. Ayudándose con la luz de una linterna que había recogido del salpicadero de la autocaravana tras la caída, se alejó todo lo que pudo de la gasolinera, siguió la autovía en sentido contrario durante un tiempo para luego apartarse unos metros y seguir en paralelo a ella.
Apagó la linterna para no gastar las baterías y amparado en la oscuridad se tumbó junto a un árbol. Masajeó sus doloridas costillas y agotado se acurrucó a unos cientos de metros de la autovía. Esperaría allí hasta que amaneciera, hasta que llegara ayuda.
Se acordaba de su familia, ¿qué habría sido de ellas?¿habrían logrado escapar o habrían sido devoradas por aquellos seres?. Finalmente cayó dormido.
Despertó unas horas más tarde. Le dolía todo el cuerpo y tenía frío; estaba hecho un ovillo, con el cuello de la chaqueta alrededor de las orejas. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba.
El silencio era sepulcral, tal vez había acabado todo. Había una densa niebla. Se levantó con el cuerpo entumecido y echó a andar renqueante en la dirección en la que se encontraba la autovía.
Al llegar a esta cruzó la mediana, marchando en sentido contrario a la dirección que llevaba antes de ocurrir todo, mientras la espesa niebla empezaba a desvanecerse.
Pasó un tiempo cuando oyó el rugir del potente motor de un camión que se acercaba, vio los faros que asomaban rompiendo la niebla y abandonó el arcén para pisar el carril.
El enorme trailer avanzaba a bastante velocidad por la larga recta, mientras en el interior de la cabina el conductor intentaba dominar sin éxito el sopor que le estaba venciendo.
Emil movía desesperadamente la linterna arriba y abajo, era imposible que no le viera.
El camión fue aumentando de tamaño y acabó abarcando todo el paisaje que veía Emil.
Lo último que Emil vio antes de quedar tendido con el cuello roto junto al arcén, fue la enorme y negra rueda de caucho que le golpeó lanzandole fuera de la autovía.
El conductor del enorme trailer notó el golpe, que fue lo que le sacó de su estado de somnolencia, aturdido por unos segundos aminoró la marcha mientras miraba por el retrovisor.
Nada. Debía haber sido un perro vagabundo o cualquier otro animal.
Al conductor del camión le quedaban apenas sesenta kilómetros para llegar a casa y estar con su mujer las últimas noticias sobre la pandemia de gripe no eran muy tranquilizadoras. Ahora además hablaban sobre muertos que volvían a la vida para devorar a los vivos.
Zombies. Pensó el conductor moviendo la cabeza negando para si. De lo que era capaz la prensa para vender más periódicos.
Lanzó una mirada al indicador de combustible, se percató que solo le quedaba un cuarto  de depósito.
Unos kilómetros más adelante sabía que se encontraba una gasolinera ESSO, en la que solía repostar algunas veces, abandonaría la autovía y pararía en ella a llenar el depósito para tenerlo listo para el próximo viaje y aprovecharía para tomarse un café.
Mientras el camión se alejaba bajo el ahora cielo estrellado, sonaba el reproductor de CD en la cabina y el conductor cantaba la melodía de Jacques Brel, “Ne me quitte pas“:
Oublier ces heures
qui tuaient parfois
a coups de pourquoi
le coeur de bonheur
ne me quitte pas
ne me quitte pas
ne me quitte pas
ne me quitte pas
 
 

Un Adelanto de ...CUENTOS MALDITOS

Como ya anuncié, CUENTOS MALDITOS es una selección de veinte historias cortas, algunas
de las cuales participaron en diferentes concursos de relatos para escritores noveles.
Abarcan diferentes géneros como son: el terror, la ciencia-ficción y la llamada novela de espada y brujería e incluso un relato del Oeste, en homenaje al prolífico autor de cientos de novelas de bolsillo Marcel Lafuente Estefanía.
Vampiros, Brujas, Hombres-Lobo, Zombies o Asesinos, tienen cabida en el libro.

                                                            EL CONDENADO
Según dicen, se encuentra escrito en el Libro de los Antiguos, que entre los restos áridos de un antiguo río, un hombre extrae una gota de agua de la arena, intentando en vano saciar su sed.
El desdichado camina por los siglos condenado por un rey cruel a vagar con sed eterna, cometió el pecado de amar a una mujer ajena.
Khala, de rostro hermoso y cuerpo lascivo, esposa del Rey Elam, conquistó el corazón del hombre y con ello le sentenció al exilio eterno.
Besos secretos, caricias disimuladas y ocultas pasiones en el dormitorio de ella, mientras el rey dormía el sueño profundo producido por la narcotizante pócima que ella, noche tras noche, vertía en la copa de vino.
Durante muchas lunas mancillaron juntos el lecho del rey, hasta que las dudas y las sospechas comenzaron a nidar en el corazón del monarca.
Khala, rostro de niña, cuerpo de mujer y maneras de cortesana, condenó a su amante a los pies del marido para que no se supiera de su amorío.
Hincó las rodillas ante el monarca y acusó al hombre de acoso e insinuaciones impropias.
Kasim, con la ingenuidad de un corazón enamorado, cerró los labios y calló para siempre para no dañarla.
El amante escuchó la sentencia del ofendido rey:
– El agua huirá a tu paso. Cuando puedas beber, lo harás sin saciar la sed, que día a día, ira creciendo en ti. Desearás que te llegue la muerte, más no perecerás por ello.
Palabras malditas, fue el único equipaje del amante, rumbo al exilio al cercano desierto. Allí junto con la sed sin fin, el rencor creció.
Caminó bajo la tierra hirviente que quemaba sus sandalias, el sol desnudo hizo que ardiera su piel, mientras buscaba la sombra escasa de un incierto oasis que le aliviara.
De un espejismo bebió la arena, mientras recordaba a la pérfida mujer de rostro hermoso y alma vil.
El hombre descubrió que se puede llorar con los ojos resecos aunque no te queden lágrimas, hasta quedar ciego.
El desierto se bebió de su boca los agrietados labios, como castigándolo por haberlos cerrado.
El sol abrasó su piel y la cubrió de llagas, quemó su rostro e hizo que cayera su pelo.
Con la boca seca, la piel quemada y el corazón encendido de rabia, invocó a los dioses del desierto clamando misericordia y venganza, ofreciendo su sangre y su alma como pago.
Los dioses escucharon sus lamentos y sus plegarias, las dunas se abrieron y enviaron a los chacales.
Estos se abalanzaron violentos sobre el consumido cuerpo del hombre.
Lenguas corrosivas lamieron sus heridas y envenenaron su sangre, sus mordiscos salvajes destrozaron la quemada carne y el desierto ávido y sediento tragó su sangre.
Se levantó de la tierra, convertido en una figura inhumana de ojos vacíos, se puso en marcha en pos de su venganza renacido en una criatura sin nombre, aunque los escritos le llamaron muerto viviente.
Caminó incansable día y noche seguido por aquellas bestias sin alma, sin misericordia. Gigantescos gusanos de la arena, mandados por los dioses del desierto, le seguían también en su peregrinar.
Caminó hasta los bordes de la ciudad donde nació en su vida pasada.
Allí lanzó un grito de dolor, que dicen, aunque nadie sobrevivió para contarlo, consiguió que se helara la sangre en las venas de sus habitantes.
Una inmensa tormenta de arena se desató a su voz, enterrando las casas. A su mandato las bestias devoraron a la gente, regando de rojo las dunas sedientas.
El que antaño fuera hombre, anduvo entre las calles y cosechó las vidas de todo el que halló. Siguió su rumbo por el desierto asolando los pueblos del reino de Elam, tiñó de sangre el camino hasta el palacio del rey y preparó a sus chacales para un nuevo festín.
El Rey Elam lloró sincero la muerte de su pueblo, pero sus lágrimas no paliaron la sed de venganza del desierto.
Un viento maldito se levantó y las dunas violentas rompieron contra los muros del palacio derribándolos y hundiéndolos en las arenas invocadas por el muerto viviente.
Con el palacio casi sumergido bajo la arena, el rey no tuvo poder contra el desierto. De las entrañas de las dunas, salieron arrastrándose los gigantescos gusanos de la arena que devoraron a príncipes y cortesanos, a vasallos y capitanes.
El rey peleó sin esperanza, mientras cientos y cientos de chacales surgían del desierto devorando y degollando a sus generales y soldados.
Cuando hubo caído el último de sus hombres, el Rey Elam arrojó la espada e hincó la rodilla, alzó sus brazos, suplicando el perdón de los dioses del desierto.
Las dunas se abrieron reclamando su sangre y arenas movedizas engullieron su cuerpo.
El Rey Elam quiso asirse a la arena que escapó de sus manos, agitó las manos y trató de aferrarse a ella, hasta que desapareció por completo.
Una vez muerto el rey, el desierto escupió sus restos desecados para comida de los buitres que sobrevolaban el lugar, esperando su parte del festín.
Khala, prometida desde su infancia y entregada al rey siendo apenas una niña, primero concubina, luego reina y después ramera, se arrodilló suplicando al hombre.
Pese al asco que su aspecto le producía, sollozó arrepentida pidiendo clemencia en nombre de su amor pasado.
Le juró amor eterno para salvar su vida y rasgó el vestido que la cubría, para mostrarle el incipiente embarazo que tenía e imploró por el vástago de Kasim que decía, llevaba en su vientre.
Pero él no tenía ojos que vieran, ni oídos que oyeran, ni corazón que sintiera.
Sólo le quedaba la rabia y su deseo de venganza.
Khala, la reina maldita, la que trajo la desgracia a su rey y a su pueblo, fue engullida por las arenas del desierto.
Cuenta la leyenda, aunque no se si creerlo, que algunos días si alguien fija la vista en el desierto, puede ver a los lejos cuando el viento levanta la arena de las dunas, al que antes fuera hombre y ahora es un muerto viviente caminar bajo el sol seguido por los chacales.