Bienvenidas
patéticas criaturas del Averno, a este rincón oscuro y maloliente que
es mi humilde morada.
Mientras oigo los truenos y los relámpagos iluminan la estancia, la lluvia que ahora cae con fuerza limpia las calles de la desolada ciudad arrastrando el polvo de nuestra decadencia.
Las ráfagas de ululante viento que penetran a través del cristal roto de la ventana hacen oscilar la llama de la vela y levantan de la mesa las hojas de papel donde escribo apresuradamente.
Un escalofrío recorre mi espalda al pensar que a muy poca distancia de aquí, varios miles de zombies, de rostros inexpresivos y ojos carentes de vida, vistiendo extraños ropajes de color amarillo y agitando unos estandartes del mismo color, presencian en su coliseo el espectáculo, sin mostrar ningún sentimiento o pasión.
Pan y circo.
Han acudido acatando la llamada de su amo y señor y ahora parecen gemir, entonando una triste letanía que quiere ser un himno.
Los siervos en aquel horrible escenario, no son conscientes que pueden estar asistiendo al principio de la caída de su imperio.
Agudizo el oído, me parece escuchar como su dueño me llama por mi nombre, intentando que me una a sus filas.
Y yo me resisto, me resisto con todas mis fuerzas. No lo logrará.
Me despierto bañado en sudor ... ha sido una pesadilla.
De todos modos se que nunca lograra convertirme en uno de sus zombies.
Yo como muchos otros tengo un sentimiento desde hace mucho tiempo, que ellos no tienen y no se puede comprar, es de color blanco y negro.
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